viernes, enero 29, 2010

TACONES BAJO LA LUNA DE ANITA MONTROSIS O LOS DIVERSOS ROSTROS DE LA FEMINEIDAD. por EDUARDO J. FARIAS ALDERETE


Enfrentarse a la primera obra de un poeta es una tarea delicada, se busca la impresión final de los versos, el peso específico de los versos, así, como en una cata de vino se descubre el cuerpo, el bouquet, etc. Sorprende la fluidez de los versos, sorprende a veces el intencionado vaivén de las palabras, el remate sorpresivo pero eficiente, rimas incompletas que dan una riqueza inusitada a los textos. La composición de los poemas, es breve, enjundiosa, tajante la mayor de las veces, creando unidades compactas que se entrelazan en un solo leitmotiv: la femineidad.
Lo último debe sonar obvio, pero no es tan así, sobre todo para aquellos acostumbrados a una voz femenina contestataria, áspera, refractaria, fuerte y a menudo de palabras gruesas. Mas en Tacones bajo la luna encontramos una voz femenina, igual o más intensa que aquellas antes mencionadas, así el lector, que por fortuna es hombre descubre los matices firmes de lo femenino en el universo, volviéndose el universo femenino y agudo.
Si se es mujer, a mi juicio, resultaría desconcertante entrar en ese salón de espejos, con nombres y sin nombres que es este libro de poemas. Razonamiento de hombre , dirán las detractoras. Error común es separarnos tajantemente en géneros. Fuera de esta discusión que ha llevado sus siglos, si no es que milenios, encontramos en Tacones bajo la luna una serie de imágenes arraigadas en la espiritualidad de la mujer, abuela, madre, hija, hermana, bailarina, etc.
Lector, no es un atlas, no un muestrario donde encontrarás diversos aspectos de mujer, no. Es como un óleo general , un mural, si así les place donde se impregnan imágenes , siluetas, historias , escenas , el frío del invierno, la moralidad cristiana, algo de paganismo , todo en un sincretismo que evoca nuestra propia historia, esa en que éramos amamantados por nuestras madres, esa proximidad que fue variando en los pasos de nuestras existencias. Es lo natural y obvio.
Así las cosas, habrán lectores en cuya memoria se evocaran paisajes sureños y la abuela, antiguas Iglesias católicas, la imaginería y la Virgen de Lourdes. En otros, los declives del matrimonio, los episodios álgidos del mismo, cartas que no debieron ser escritas, ni leídas ni conservadas, o las sombras de lo abstracto, el umbral del sentimiento descarnado: la confesión.
Es cierto, es delicado tratar de analizar la primera obra de una poeta, buscar ese sesgo técnico, depositar a distancia la lupa de la crítica, demostrar todo lo que uno ha aprendido respecto de la literatura, pero es abismante enfrentarse a un trozo de alma plasmado en los versos, las imágenes asaltan con una crudeza que impactan, se debe leer Tacones bajo la luna, para entender la dimensión de lo antes dicho. Es recomendable ir con los ojos bien abiertos, con el corazón más vidente que los mismos ojos.

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