lunes, enero 24, 2011

RESPONSO A EDUARDO DIAZ ESPINOZA por ALVARO LOPEZ BUSTAMANTE



Durante mucho tiempo no supe qué decir, o qué pensar respecto a la muerte de don Eduardo. se supone que ahora hable a nombre del Círculo de Artes Manuel Durán Díaz, de nuestro dolor, de nuestra pérdida, irreparable.

Pero, en suma, esto es inevitable, hablo a nombre propio, y espero interpretar, de alguna manera, el dolor de mis compañeros. porque no se puede hablar por otros, nunca.

Nosotros amamos a Don Eduardo, al Pelao Díaz. no importan los problemas, o complicaciones, o diferencias que hubieramos tenido... siempre lo quisimos. siempre.

Resulta impensable limitar a palabras la influencia, o el apoyo que don Eduardo tuvo en nuestras vidas.

Como dijo mi hermano Eduardo Farías, citando, a su vez, a Hemingway cuando hablaba del viejo Ezra Pound, don Eduardo fue un bel spirit.

Poseía una nobleza de espíritu que ya nos quisiéramos. acogió en su casa a personas de las mas distintas layas, toleró indignidades sólo porque quienes las proferíamos o profieren eramos sus discípulos.

Nos acogió como lo que fue, nuestro padre espiritual.

Nos enseñó a ser mejores personas, a ser fieles a nosotros mismos. en suma, si somos unos conchas de su madre, nos enseñó a asumirnos como tales.

Don Eduardo, para mí, fue un accidente feliz en mi vida. en él sentimos que el espíritu crítico, el sarcasmo, la irreverencia, eran el pan de cada día. algo impensado en esos tibios días de seudodemocracia que siguieron a la dictadura.

Con él me sentí, y creo concurrir con mis compañeros, nos sentimos mejores personas. porque nos formó. nos mostró, en la práctica, que la autocrítica es la mejor medicina, y que la autocomplacencia era la muerte, tanto artística como personal.

Porque nuestra ligazón con don Eduardo no es artística, sino personal. y aquí haré una digresión a título personal, que quienes participaron en sus talleres literarios pueden corroborar: don Eduardo no tuvo la menor influencia en mi forma de escribir, porque mi área es la escritura, pero sí me influyó, y profundamente, como un padre, en la manera de enfrentarla.

Esa es la impronta de un verdadero maestro.

No puedo hablar respecto a lo que hizo o fue antes de conocerlo. sé que sobrevivió los horrores de la dictadura. vi las marcas de la tortura en su cuerpo.

Quisiera tan sólo tener un fragmento de su entereza para enfrentar la vida.

Hemos llorado su muerte como quien llora la muerte de un familiar, pido perdón por decir eso a la familia de don Eduardo, pero es así. sé que no me recuperaré de su muerte hasta quién sabe cuando.

Don Eduardo no fue una persona perfecta, tuvo sus odiosidades, sus detalles. en fin, sus imperfecciones, como todos.

No quedó todo cumplido, sus sueños no se realizaron por completo, por ejemplo, quedó un libro inconcluso, libro extraordinario, respecto a la historia de la literatura antofagastina, que me parece debe ser un texto de referencia en el tema, cuando esté completo. porque será completado.

No puedo soportar la ausencia de don Eduardo. no sé cuando podré hacer paces con su ausencia. quizás nunca. este dolor, es inmenso.

Aún lo veo, burlándose del finado fajardo gajardo y sus "nubes de cemento", o bien, citando socarronamente, pero con absoluto respeto, a ese grande que fue Mario Bahamonde, que tenía mi mismo ridículo tono de voz. ja, ja.

Pienso ahora que también don Eduardo colaboró en la lucha contra Pinochet. esto me parece importante recalcarlo, porque, aunque no vivimos por completo el período, nos afecta aún, y debería ser un ejemplo, justamente, de la entereza que ya mencioné.

Y pienso, además, que con todas las presiones, todas las situaciones, todos los supuestos imponderables, Eduardo nunca se dio vuelta la chaqueta. Esta es una de las pocas veces en que lo he tuteado, y lo hago porque es el único momento que me parece adecuado hacerlo.

Eduardo nunca se dio vuelta la chaqueta, y esa es una lección para todos nosotros. En inteligencia, en consecuencia, en radicalidad.

El legado de don Eduardo, esa cosa inasible con la que nos podemos llenar la boca, en suma, somos nosotros, quienes fuimos sus discípulos. nuestra formación, buena parte de nuestra vida, es producto de la labor de don Eduardo.

Me siento un hijo de don Eduardo. me causó un profundo impacto emocional verlo en el ataud. porque, como me enseñó mi maestro, las cosas hay que decirlas como son: muerto, ataud, cenizas. es duro, pero es cierto. y ese, en suma, es su legado.

Hubiera querido que estas palabras las hubiera revisado don Eduardo. conociéndolo, se habría reído quizás, y puesto sus banderillas aquí y allá. tal vez hubiera querido más irreverencia, que aprovechara el momento para cagarme no sólo en la institucionalidad cultural, sino en los viejos caducos que siguieron pegados con el estalinismo, en los aparecidos que se vendieron para la comisión Valech, hubiera querido, estoy seguro, que hablara de los weones que utilizan sus cargos políticos para conseguir regalías, que hablara de la ineficiente seremi de cultura, que hablara de la poca renovación del discurso en la izquierda, cosa que conversamos y en la que concordamos poco antes de su muerte, como por ejemplo la transa que implica el acuerdo entre concerta y partido comunista por unos puestos, para comer un poco del pastel pero no para cambiar la situación social, por mucho que se llenen la boca con eso, porque los que siempre ganan son los que están en la cúpula, así me dijo don Eduardo tres semanas antes de su muerte y concurro con él.

En fin,como dijo un antiguo: "la vida es breve, el arte, extenso". sin embargo, esta cita de Hipócrates continúa con: "los hechos se precipitan, el experimentar es riesgoso, el juicio, difícil.".

don Eduardo estará siempre en nuestro corazón, porque es parte de él. continuaremos con su legado, con el Círculo de Artes Manuel Durán Díaz, porque esa fue una de sus últimas voluntades, y es algo que a nosotros nos parece necesario.

Muchas gracias.

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