martes, mayo 17, 2011

DIFFICULTY SLEEPING por JUAN LUIS CASTILLO




Sí. Puede ser que esto sólo fue un sueño. No soy buen dibujante. Menos caricaturista. Por eso escribo este episodio. En esa bella quebrada donde corría libremente, el horizonte se vio claramente como una hermosa parábola de dónde debía llegar. El mar, a lo lejos, se mecía y confundía con el cielo. A mano izquierda el valle de la Luna. A mano derecha el Valle de Elqui. Supuse sobre la marcha que el verano me empujaba. Algo así como un sueño de vacaciones. Qué importaba. Busqué a Daniela en el paisaje. Estaba de viaje. Abracé un árbol que contenía su rostro “¿Estaré en el paraíso?”, me dije. Tiré una piedra para ver si algo se quebraba. Pensé que esa belleza se dibujaba en mi boca de dormido en forma de sonrisa. Aunque nunca recuerdo los sueños, sean buenos o malos, sentí que este era especial. Primero porque supe desde el principio que de algún modo lo recordaría. Que se haría presente desde mis deseos y miedos. Pero, sobre esos convencimientos, sentí intensamente que lo recordaría por el paisaje. Otra vez con la visión al frente, saboreando la panorámica, esperando el sol o la luna saliendo o entrando en el horizonte, una figura alada comenzó a acercarse. Creí ver un ave del paraíso. O una hermosa mariposa con alas inmensas repletas de colores primarios. La imaginería es superlativa cuando sueñas. Puedes hacer vivir lo que quieras. El mundo desaparece y aparece. Pero en este caso algo estaba fuera de lugar. Nada puede en un sueño cambiar tan abruptamente sin que sea parte de un antojo. Arbitrario o conciente, si se puede decir algo así. Al acercarse, la mariposa o el ave del paraíso se iba transformando. Una sombra en el cielo o debajo del mar. Una figura difusa, oscura y abrumadora. La incertidumbre hizo presa de mí. La figura se acercaba lentamente desde el horizonte hasta que pasó por encima. Tan pronto me di vuelta para ver hacia dónde se dirigía, vi que a mis espaldas yacía una vaca postrada en una champa de pasto que flotaba en el aire. Me acerqué. La vaca tenía los ojos perdidos en el horizonte. Su lengua estaba afuera como si estuviera muerta. Pero respiraba. Alrededor de su cuello tenía un collar que decía “ESTADOS”. La vaca gemía cada cierto tiempo. Sus ojos perdidos nunca se movieron de sus órbitas. En una de sus ubres corría leche con sangre. Sobre su lengua una fila de hormigas bajaba hacia el pasto. La figura alada se hizo presente. Pude verla con claridad. Un murciélago se posó en una de las tetas de la vaca. Desde ahí se arrastró hacia su cuello y bebió su sangre. Movía sus alas a cada sorbo, y con cada movimiento un murciélago emergía y se arrastraba hacia algún sector del cuerpo de la vaca para chupar su sangre, comenzando a coparla en toda su superficie. Bajo ese monumental y devastador panorama, que ahora estaba atrapado dentro de una viñeta de comic, dos señores, o mejor dicho las sombras de dos señores, se ubicaron a la izquierda del cuadro. Desde sus caras en negro absoluto, salía la flecha de la viñeta nombrando la imagen. Desperté sobresaltado. Busqué a Daniela. Estaba de viaje. Miré alrededor. La tele aún prendida. En CNN dos economistas descifraban e intentaban explicar las consecuencias de la crisis subprime.

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