martes, mayo 17, 2011
DESCRIPCIÓN DE UN ESTADO FISICO por ANTONIN ARTAUD
Una sensación de ardor quemante en los miembros, músculos contraídos y candentes, la sensación de estar vidriado y frágil, un miedo, una retracción ante el ruido y el movimiento. Una alteración inconsciente de la marcha, de los gestos, de los desplazamientos. Una voluntad eternamente rígida para los más simples gestos, la claudicación al ademán sencillo,
una fatiga central y destructiva, una especie de fatiga mortal, de fatiga de espíritu para una utilización de la más mínima tensión muscular, el ademán de tomar, de agarrarse inconscientemente a algo, que será sostenido por una voluntad dedicada. Una fatiga de nacimiento de mundo, la sensación de cargar un cuerpo, un increíble sentimiento de fragilidad que se transforma en dolor partiente,
un estado de doloroso endurecimiento, endurecimiento localizado en la epidermis, que no impide ningún movimiento pero cambia el sentimiento interior de un miembro y otorga a la posición vertical al galardón de un victorioso esfuerzo.
Probablemente localizado en la piel, pero sentido por la amputación radical de un miembro, y no ofreciendo al cerebro otra cosa que imágenes de miembros filiformes y algodonosos, de imágenes de miembros distantes y que está fuera de su lugar. Una especie de quebradura interna de la correspondencia de todos los miembros.
Un vértigo desplazándose, una especie de pasmo oblicuo que se añade a todo esfuerzo, una coagulación de calor que oprime toda la superficie del cráneo, o se quiebra en pedazos, placas de calor en movimiento. Un dolor paroxístico del cráneo, una incisiva presión de los nervios, la nuca agarrada al sufrimiento, las sienes que se cristalizan o se marmorizan, una cabeza pateada por caballos.
Ahora habría que referirse a una descorporización de la realidad, de esa especie de ruptura abocada, se diría, a reproducirse por sí misma entre las cosas y el sentimiento que ellas causan en nuestro espíritu, el lugar que ellas deben ocupar.
Esta ordenación inmediata de las cosas en las células del espíritu, no tanto en su orden lógico como en su orden sentimental, afectivo. (que ya no se hace):
las cosas no tienen olor, no tienen sexo. Pero su ordenación lógica a veces también está partida por la falta, justamente, de aliento afectivo. Las palabras se pudren en el llamado inconsciente del cerebro, las palabras todas para no interesa qué operación mental, y sobre todo aquellas que pulsan los resortes más corrientes, los más activos del espíritu.
Un vientre aplanado. Un vientre de polvo fino y como en foco. Debajo del vientre una granada reventada. La granada expande un flujo de copos que se eleva como lenguas de fuego, un fuego helado.
El flujo se agarra del vientre y lo hace girar. Pero el vientre no da más vueltas.
Son venas de sangre como vino, de sangre combinada con azufre y azafrán pero con un azufre endulzado con agua. Sobre el vientre sobresalen los senos. Y más hacia arriba y en profundidad, pero en otro plano del espíritu un sol enardecido de manera que se podría pensar que es el seno el que arde. Y un pájaro al pie de la granada. El sol parece que tuviera una mirada. Pero una mirada que estaría mirando el sol. Y el aire todo es una como una melodía gélida pero una extensa, honda melodía bien compuesta y secreta y colmada de ramificaciones congeladas. Y todo construido con columnas, y con una especie de aguada arquitectónica que une el vientre con la realidad. La tela está ahuecada y estratificada. La pintura está muy prensada a la tela. Es como un círculo que se cierra sobre sí mismo, una suerte de abismo en movimiento que se parte por el medio. Es como un espíritu que se ve y se ahueca, está modelado y trabajado sin cesar por las manos crispadas del espíritu. Mientras tanto el espíritu siembra su fósforo. El espíritu está seguro. Tiene un pie bien apoya do en este mundo. El vientre, los senos, la granada, son como evidencias testimoniales de la realidad. Hay un pájaro muerto y hay un abundante surgimiento de columnas. El aire está plagado de golpes de lápices como de golpes de cuchillos, como de esquirlas de uña mágica. El aire está suficientemente alterado.
Así donde germina una semilla de irrealidad se dispone en células. Las células se colocan cada una en su lugar, en abanico, rodeando el vientre, delante del sol más lejos del pájaro y sobre ese flujo de agua sulfurosa. Pero la arquitectura que sostiene y no dice nada es indiferente a 1as células.
Cada célula contiene un huevo donde se destaca ¿qué germen? Repentinamente nace un huevo en cada célula. En cada uno hay un hormigueo inhumano pero límpido, las diversificaciones de un universo detenido. Cada célula contiene bien su huevo y nos lo ofrece; pero al huevo no le importa demasiado ser elegido o rechazado. Algunas células no llevan huevo. En algunas crece una espiral. Y en el aire cuelga una espiral más grande pero como azufrada, de fósforo todavía y cubierta de irrealidad. Y esta espiral tiene toda la relevancia del pensamiento más potente.
El vientre lleva a recordar la cirugía y la Morgue, la bodega, la plaza pública y la mesa de operaciones. El cuerpo del vientre parece tallado en granito o en mármol o en yeso, pero un yeso endurecido. Hay un casillero para una montaña. Las burbujas del cielo dibuja sobre la montaña una aureola fresca y translúcida. Alrededor de la montaña el aire es sonoro, compasivo, antiguo, prohibido. La entrada a la montaña está prohibida. La montaña tiene su lugar en el alma. Ella es el horizonte de algo que no deja de retroceder. Produce la impresión del horizonte infinito. Y yo describo con lágrimas esta pintura porque esta pintura me toca el corazón.
En ella siento desplegarse mi pensamiento como en un espacio ideal, absoluto, pero un espacio que tendría una forma posible de ser insertada en la realidad. Caigo en ella del cielo.
Y alguna de mis fibras se desata y encuentra un lugar en determinados casilleros. A ella regreso como a mi fuente, allí siento el lugar y la disposición de mi espíritu. El que ha pintado esa tela es el más grande pintor del mundo. A André Mason lo que es justo.
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ANTONIN ARTAUD,
poesía universal
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PARA MI NO HAY LOCO MAS CUERDO QUE ARTAUD, ESE HOMBRE ATORMENTADO POR LO BUENO Y LO MALO DEL MUNDO, UN HOMBRE NO SE SI FUERA DE SU TIEMPO O A DESTIEMPO DE SI MISMO. TODO EN EL SABE Y HUELE A UNA SOLEDAD Y UNA TRISTEZA SIN TIEMPO Y SIN MEDIDA.
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