viernes, marzo 29, 2013
DESPUÉS DEL DILUVIO por JEAN ARTHUR RIMBAUD
Tan pronto como la idea del Diluvio se hubo serenado, Una liebre se detuvo entre las
esparcetas y las campanillas móviles y dijo su plegaria al arco iris a través de la tela de
araña.
¡Oh!, las piedras preciosas que se ocultaban, - las flores que miraban ya.
En la ancha calle sucia se alzaron los tenderetes, y arrastraron las barcas hacia el mar
escalonado arriba como en los grabados.
La sangre corrió, en casa de Barba Azul, - en los mataderos, - en los circos, donde el
sello de Dios palideció las ventanas. La sangre y la leche corrieron.
Los castores construyeron. Los «mazagranes» humearon en los cafetines.
En la casona de cristales, todavía chorreante, los niños de luto contemplaron las
maravillosas imágenes.
Una puerta crujió, - y en la plaza de la aldea, el niño hizo girar sus brazos, comprendido
por las veletas y los gallos de los campanarios de todas partes, bajo el resplandeciente
aguacero.
Madame *** instaló un piano en los Alpes. La misa y las primeras comuniones se
celebraron en los cien mil altares de la catedral.
Partieron las caravanas. Y el Splendide-Hôtel fue edificado en el caos de hielos y noche
polar.
Desde entonces, la Luna oyó gimotear a los chacales por los desiertos de tomillo, - y a
las églogas en zuecos gruñir en el huerto. Luego, en el oquedal violeta, lleno de brotes,
Eucaris me dijo que era la primavera.
- Mana, estanque, - rueda, Espuma, sobre el puente, y por encima de los bosques; -
paños negros y órganos, - relámpagos y trueno, - subid y rodad; - Aguas y tristeza, subid
y reanimad los Diluvios.
Porque desde que se disiparon, - ¡oh las piedras preciosas enterrándose, y las flores
abiertas! - ¡qué aburrimiento!, y la Reina, la Bruja que enciende su brasa en la olla de
barro, nunca querrá contarnos lo que ella sabe, y que nosotros ignoramos.
Etiquetas:
ARTHUR RIMBAUD,
poesía universal
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