martes, marzo 19, 2013

ALICIA EN LA CLINICA por ALEXIS FIGUEROA



Una parte suya dice que aún 
está,
la otra sostiene que se ha 
ido.
Corolas y canciones se le 
mezclan en la mente
mientras un gusano aspira 
el humo del haschís.
Una parte suya dice que no
está,
se encuentra afuera,
la otra parte de ella la 
contempla más tranquila,
con un traje color carne 
pero vuelto del revés:
le han invertido como un 
guante,
dejando al descubierto el 
esqueleto
de su educación 
sentimental.
Y que caos está Alicia que
 no está, se encuentra afuera
que caos está Alicia 
intentando descubrirse
en la Alicia verdadera, 
reflejada en la imagen de 
detrás.
Que caos este juego y pobre 
Alicia,
con los conejos blancos que 
le llevan tiernas setas,
tiernas setas de crecer y de 
achicar,
tiernas setas cogidas con 
cuidado y entre todas una,
ofrecida por la oruga
 farmacéutica,
que la timbra en la parte

 superior.
Salud a los circulares fosos 
de bioquímicos fantasmas, 
salud a las esféricas 
sustancias de chamanes, 
salud a las cápsulas 
redondas en los frascos, 
vestidas con el hábito de 
Hipócrates y la 
condecoración de los 
Hermanos de la Caridad.
Cada seis, cada ocho horas, 
Alicia corre en círculos,
mas no se mueve, está 
sentada,
mientras los conejos 
blancos -helados, 
espantosos como el hielo del infierno- 
dicen "muerde aquí, después allá, 
sé buena chica, 
no te hagas la heroína y 
devóratela entera" 
(así dice el coro de conejos 
al compás de sus estéreos).
Y ella patalea sobre el piso 
de baldosas, 
dando un mordisco y otro a 
un solo lado, 
hasta que le meten un 
sonda y lentamente, 
baja el valium del Olimpo a 
su garganta.

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