Uno es el
hombre.
Uno no
sabe nada de esas cosas
que los
poetas, los ciegos, las rameras,
llaman
"misterio", temen y lamentan.
Uno nació
desnudo, sucio,
en la
humedad directa,
y no bebió
metáforas de leche,
y no vivió
sino en la tierra
(la tierra
que es la tierra y es el cielo
como la
rosa rosa pero piedra).
Uno apenas
es una cosa cierta
que se
deja vivir, morir apenas,
y olvida
cada instante, de tal modo
que cada
instante, nuevo, lo sorprenda.
Uno es
algo que vive
algo que
busca pero encuentra,
algo como
hombre o como Dios o yerba
que en el
duro saber lo de este mundo
halla el
milagro en actitud primera.
Fácil el
tiempo ya, fácil la muerte,
fácil y
rigurosa y verdadera
toda
intención que nos habita
y toda
soledad que nos perpetra.
Aquí está
todo, aquí. Y el corazón aprende
-alegría y
dolor- toda presencia;
el corazón
constante, equilibrado y bueno,
se vacía y
se llena.
Uno es el
hombre que anda por la tierra
y descubre
la luz y dice: es buena,
la realiza
en los ojos y la entrega
a la rama
del árbol, al río, a la ciudad
al sueño,
a la esperanza y a la espera.
Uno es el
destino que penetra
la piel de
Dios a veces,
y se
confunde en todo y se dispersa.
Uno es el
agua de la sed que tiene,
el
silencio que calla nuestra lengua,
el pan, la
sal, y la amorosa urgencia
de aire
movido en cada célula.
Uno es el
hombre -lo han llamado hombre-
que lo ve
todo abierto, y calla, y entra.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario