II. PERO UNA DEDICATORIA ES
APROPIADA SOLO CUANDO
SE HACE ANTE TESTIGOS: ES UNA RENDICIÓN HECHA
NECESARIAMENTE EN PÚBLICO, COMO LA ENTREGA
DE ESTANDARTES EN LAS BATALLAS
SE HACE ANTE TESTIGOS: ES UNA RENDICIÓN HECHA
NECESARIAMENTE EN PÚBLICO, COMO LA ENTREGA
DE ESTANDARTES EN LAS BATALLAS
Sabes que hace años estuve casada y
cuando mi marido se fue
[se llevó mis
cuadernos.
Cuadernos con espiral de alambre.
Conoces ese verbo frío furtivo: escribir. Le gustaba escribir, le
[disgustaba
tener que empezar
solo con una idea.Usaba mis
comienzos con propósitos diversos.
Por ejemplo, en
[un bolsillo
encontré una carta
(para su amante de entonces)
empezada con una frase que yo había
copiado de Homero:
[’evrpojtaXi^opEvri,
como dice Homero que se alejó Andrómaca
cuando se separó de Héctor: «volviéndose
a cada paso» bajó
de la torre de Troya y se fue por calles
de piedra hasta la casa
[de su leal
esposo
y allí
con las mujeres entonó un lamento por el
hombre vivo en su
[mansión.
Leal a nada
mi marido.
Entonces, ¿por qué lo amé desde mi juventud hasta
[la madurez
y la sentencia de divorcio llegó por
correo?
La belleza. No
es ningún secreto. No me avergüenza decir que
[lo amé por su
belleza.
Como volvería a amarlo
si lo tuviera cerca. La belleza convence.
Sabes que la belleza
[hace posible el
sexo.
La belleza hace el sexo sexo.
Tú mejor que nadie entiendes esto...
calla, pasemos al orden natural.
Otras especies, que no son venenosas,
suelen tener
[coloraciones y
dibujos
similares a los de las especies
venenosas.
La imitación que una especie venenosa
hace de otra no
[venenosa se
llama mimetismo.
Mi marido no era mimético.
Mencionarás, claro, los juegos de guerra.
Te lo conté muchas veces protestando
porque se quedaban aquí toda la noche con
los tableros
abiertos y alfombras y lamparitas y cigarrillos
[como la carpa
de Napoleón, supongo, ¿quién podía dormir?
Mirándolo bien mi marido era un
[hombre que
sabía más
de la batalla de Borodino
que del cuerpo de su mujer, ¡mucho más!
Las tensiones
[trepaban por
las paredes
y se vertían en el cielorraso,
a veces jugaban
del viernes por la noche sin parar hasta el lunes
[por la mañana.
él
Y sus pálidos
amigos iracundos
Sudaban muchísimo. Comían carne de los países del juego.
Los celos
fueron una parte nada desdeñable de mi
relación con la batalla
[de Borodino.
Lo detesto.
¿De veras?
Por qué pasar la noche jugando.
El tiempo es real.
Es un juego.
Es un juego real.
¿Es una cita?
Ven aquí.
No.
Necesito tocarte.
No.
Sí.
Aquella noche hicimos el amor «de verdad», algo que aún no
[habíamos hecho
pese a que llevábamos seis meses casados.
Gran misterio. Ninguno sabía dónde colocar su pierna y
[todavía hoy no estoy segura
de que lo hiciéramos bien.
Parecía contento. Eres como Venecia, me dijo sublime.
Temprano al día
siguiente
redacté una conferencia («Sobre la
defloración») que luego me
robó y publicó
en una revistita bimestral.
Esto era,
por encima de todo, una interacción típica entre
[nosotros.
O debería
decir ideal.
Ninguno de los dos
había visto nunca Venecia.
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