Por el bosque y la tarde acróbatas llegados
en caballos chiquitos y carros fabulosos.
Un oro atesorado brilla en cielos nubosos.
En el fondo blanco están los pueblos miniados.
Letrero y palo negros, fríos, agita el viento,
un cuervo sigue a los gruñones compañeros.
Del cielo cae un rayo en sangrientos sumideros
y al camposanto avanza un entierro muy lento.
La choza del pastor en lo gris se disfumina,
luce el estanque un brillo de viejos tesoros;
beben gañanes sentados en la venta en coros.
Un tímido muchacho a una mujer se avecina.
Se ve al acólito que está en la sacristía
y rojizos objetos, bellos, tristes, todavía.
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