Al diáfano diamante que le cela confíale
su lustre aqueste ramo de estrellas
fulminantes, inocentes, pues vana es la
coraza transparente que enfréntase al
fulgor de tu hermosura, la cual, de a poco
irá, como una vela, de envidia a toda lis
haciendo oscura, mientras que yo, por
cada flor yacente, entregaré a tus labios
la cautela de quien se sabe esclavo,
ciervo y amo.
Harán, luego, mis besos un
torrente que colme tus entrañas de agua pura.
No serás la sola flor que me desvela;
te multiplicarás: serás el ramo.
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