En un Mar de frío
en la Luna nueva de Enero
los versos creen que el fin
es idéntico a un relámpago
que aturde y mata
un veneno que suda
de las paredes
que cae desde tus ojos
Son palabras que van
pariendo palabras
que llagan esperanzas
unen manos orando mientras
sus armaduras caen inútiles.
Un soplo de espíritu
Bastaría sólo un soplo
sobre el mapa sombrío
en que las desventuras
van hiriendo la planta
de los pies
El Mar de lluvias
que rasga hasta las horas
que se revuelcan como
perros moribundos
escarnecidos en la agonía hosca
de la incertidumbre
y los maderos que caen
como cuentas de rosario
esparcidas por el suelo
sin dejar más vestigio
que semblante de versos
rotos por el espanto
heridos por un averno que
intenta engullirnos,
las piernas flaquean
el corazón arranca del pecho
rimas que no deben existir
Dónde la escapatoria sin escape
los brazos que caen inermes
un himno que va pudriéndose
y contaminando un aire
de segundos ausentes
Ah, incertidumbre
clavas espada ardiente
en sacrificios y piras dispuestas
en el error de la fe ciega
en arrojar alas y comenzar a correr
con rodillas que desfallecen
confusión tomando empuñadura ajena
batiendo el filo
mordedura en la tibia piel
de los versos
vamos muriendo
cayendo en angustia
en terrible
certeza que todo va muriendo
como debe morir
no en silencio
que temible es cuando el silencio
parece ser un salvador
entre los acusadores
Ah , dolor
cómo enfrentar a alguien que utiliza
la destrucción como arma
y bálsamo
para las heridas
Las páginas que nos sostienen
van desintegrándose
y arden deseos de aferrarse
a lo que va muriendo
Penitencia impuesta por tus dudas
se cristalizó en agonía violenta
en coplas deshechas
En las palmas de las manos
líneas se van borrando
La vida se aquieta como un carro
de tren que amenaza con detenerse
por siempre
Ni lágrimas nos sirven
si canto de sirena
destroza lo que oímos
Cuánta lluvia, señor, cuánta
que nos anega emoción
nos corrompe desde el suspiro
hasta un adiós que hace rodar
sentimientos
La estampida
nadie se mantiene en su puesto
el asedio agoniza
quedan segundos solamente
Un Mar de vapores que nos envuelven
una mortaja ardiendo desde nuestra
epidermis...
Ah , este
estremecimiento
se tiñe de iras
Se mantiene mirando con sus blancas
pupilas carentes de histeria
Una calma que inquieta hasta la mayor
de las valentías
Carros caen en cenizas
trompetas se derriten bajo la tristeza
En esta batalla no habrán héroes
no victoriosos himnos
no banderas danzando iluminadas al aire
La dentellada duele, loba
duele hasta la dermis del alma
hasta la palabra melancolía
sabe a hiel
sabe a mentira
una aciaga poción de amores y descuido
en esta batalla ambos hemos perdido
y no habrán refugios donde guarecerse
Holocausto... holocausto
que sentido tienes
si eres un pacto con dios
un pacto y apetitos de muerte
donde la muerte no debe poner
pie alguno sobre
las cabezas de los sentimientos
Arengas de versos
esa soledad que clava el puñal
aún más profundo
Ven, toma mi mano por última vez
este trato no es con nosotros
ya no nos hacen falta los verbos
para salvar esta mortandad
No hay mayor maldición
que tornarse
otra vez en un puñado de poemas
más livianos que el aire
más tortuosos que maleficios
no hay ruta
no hay latido
sólo quimera que flota
como polen amargo y estéril
recuerdo que ha de morir
arrastrando cadenas
jalándonos hasta el abismo
¡A las calles, sentimientos!
Si hay que sangrar
que se haga empapándonos la camisa..
¿Pero quién el enemigo?
Por qué la invisibilidad divina
el descanso de las bestias
el descenso de Dios padre...
¡A las calles! ¡A las calles!
Que el puño se aferre a la roca
ya la razón ha zarpado
se afiebra el corazón
a los momentos pasados
que agonizan
en una memoria de muertos
sólo para que los muertos recuerden
en esa inexorable hondonada
llamada muerte:
los daguerrotipos de un pasado incierto.
El movimiento constante clama locura
rocas y maderos
barricadas de lodo y sangre
¡A las calles, sentimientos!
Empapemos de rojo el pecho
y las oscuras camisas de la zozobra.
Ah, miseria
vas con ojos vendados
¿Cuál es el rostro que buscas?
Tus palabras son ininteligibles
esa lengua llagada no es útil
para articular frase alguna
continúa tu sendero
te ruego no repares en nosotros
que pálido astro te haya usurpado los ojos
no es culpa de este latido desesperado
Ha comenzado
Luna nueva da la espalda
la batalla se define
como relámpago
en el mar de la serenidad
“La arpía ha gritado:
¡Ya es hora, ya es hora!”
Combatiré con ánimo
ciego de mundos
hasta que se desprendan
uno a uno
estos músculos sostén
de la piel y dolor
Retorna el sabor del miedo
desde la punta de la lengua
volviéndose aliento
recorre las inflamadas fauces
Ah, luz extínguete,
Extínguete muda en la fugaz
fe de la reparación
quién el enemigo
Sí, ahora dilucido sus facciones
son facciones amadas
hasta el desamparo de
todo orgullo fenecido
¡Eres tú, entre todos los enemigos, tú!
un bosque oscuro que serpenteando
se aproxima para saldar
mi derrota de bruces
Colisión de espadas
las hojas hechas fragmentos hostiles
concebidas en esos dedos
que prodigaban antaño afecto
huele a sudor sangre y fracciones de espíritu
tornados vapor y aroma a encino derribado
Oráculo ciego,
demasiado postrero fue su aviso
el imperioso escape de esta paupérrima
conciencia ligada de manos,
Miseria deambula con macabros pies
la masacre en que ambos enemigos
nos hollamos la epidermis
hasta sernos irreconocibles
Aún esa infame dama no arranca
su venda para
registrarnos como víctimas mutuas
como victimarios recíprocos
Porqué de fondo
se oyen oraciones
mientras nuestro llanto se eleva
en volutas absurdas e inmundas
Tus brazos mis brazos
se tornan catástrofe y humedad
aún mis ojos no te encarnan
como enemiga
detrás de la deformación
de las gruesas lágrimas
Tu voz está en el golpe de puño
tu vista en el rechazo
todo lo cubre el forcejeo
¡Retirada, retirada!
¡A los navíos! ¡A los navíos!
Que nuestras espinas dorsales
se quebrantan bajo una noche sin luna
y con llanto
¡Quién la rescata! ¡Quién la aparta!
mientras apresto
esta fuga deshonrosa
se aproxima Miseria
apartando su maculada venda
sus vacías cuencas tienen
el destello de escrutar
y reafirmar estos
mis rasgos de capitulación
y orfandad
¡Qué susurra esa arpía!
¡Susurro que pulveriza mis tímpanos!
“Maldita sea la lengua que me lo ha revelado”
“Ha abatido mi mejor parte de hombre”
A lo lejos
aparentemente enrojecidas
se despliegan moribundas
las velas de la huida.
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