lunes, mayo 12, 2014
EL DIABLO ESTABA ENFERMO por BRUCE ELLIOT
Habían transcurrido evos desde que un paciente violento de verdad atravesó por la
fuerza el umbral del Asilo de Cuerdos, Había pasado tanto tiempo, que el ojo del
observador ya no se detenía para leer las palabras fundidas en el duradero cristometal
que figuraba en la entrada. Antaño un desafío a lo desconocido, el tiempo las había
convertido en una frase típica: “Un malvado no es más que un héroe enfermo". La
autenticidad de tal divisa era probada, ya no merecía consideraci6n. Pero las palabras
permanecieron allí... hasta el día en el que Acleptos tomó el cincel para cambiar dos de
ellas.
Todo comenzó porque hallar un tema inédito para una tesis se había hecho más difícil
que graduarse. Acleptos descubrió, después de ardua investigación, tres temas que
creyó podrían ser aceptados por la Máquina como originales.
Tragó saliva al presentar la lista al ojo omnisciente del computador. Decía: Sedimento
activado y qué hacían los antiguos con él. La Caída de la democracia y por qué se
produjo. Diablos, demonios y demonología:
La Máquina contestó casi al punto: "En el año 4357 Jac Bard escribió la última palabra
sobre sedimento activado. Doscientos años más tarde el último elemento desconocido
con relación a la caída de la democracia fue analizado detalladamente por el historiador
Hermios".
Hubo una breve pausa. Acleptos contuvo la respiración. Si el último había sido ya
estudiado, necesitaría otros veinte años de trabajo para hallar más posibles temas. La
Máquina respondió: "Hay dos aspectos de los demonios que hasta ahora nadie me ha
propuesto. Consiste en si son reales o imaginables, y si son reales, lo que son. Si son
imaginarios, cómo se producen".
Acleptos sintió que su interior se inundaba de una nueva vida y esperanza. Enderezó
sus hombros y se alejó de la: Máquina. Por fin, después de tantos años tenía una
oportunidad. Por supuesto _y el pensamiento le hizo dudar_, por supuesto, era
probable que no consiguiera arrojar nueva luz sobre tal problema. Pero ya disponía de
algo con qué trabajar. Los años pasados en las enormes bibliotecas, y todo el trabajo
efectuado en casi todos los campos del saber humano, habían producido al fin algún
resultado.
Una década atrás, la última vez que presentó una lista a la Máquina, había creído
encontrar un tema cuando descubrió referencias, en la sala de documentos antiguos,
sobre alguien conocido bajo el nombre de Dios. Lo que le había llamado la atención
había sido la letra "D" mayúscula aplicada al nombre. Pero la Máquina le había
proporcionado una gran cantidad de detalles sobre aquel tema, terminando con un
texto escrito hacía unos mil años y en el que se demostraba la inexistencia de tal ser.
Esta tesis, así creía la Máquina, había acabado con todas las futuras especulaciones
sobre el tema.
Por simple curiosidad, Acleptos había comprobado la referencia y se mostró conforme
como siempre, con el dictamen de la Máquina.
Había sido en verdad un golpe de genio pensar en la antitesis de Dios, decidió Acleptos
sonriendo para sí. Ahora podría seguir adelante. Realizaría sus investigaciones, se
graduaría, y entonces... entonces ya no habría nada que le detuviese. Podría
abandonar la Tierra y dar su próximo paso. Echó la cabeza hacia atrás para contemplar
las estrellas. Aquel era el camino a seguir. Se permanecía atado a la Tierra hasta
efectuar alguna investigación original, pero una vez terminada el derecho autorizaba
emigrar adonde se quisiera.
Había un planeta más allá de Alfa Centauro, que ella había elegido. Y le había
prometido esperarle por mucho tiempo que pasara. Acleptos no se sintió tan deprimido
en su vida como el día que la Máquina aprobó la tesis de ella. Durante largo tiempo
tuvo la impresión de haberla perdido para siempre. Pero ahora los años ya no parecían
interminables. Su investigación había dado resultado.
Silbando alegremente penetró en el archivo y comenzó a trabajar. Oprimiendo el botón
que mostraba las letras d-i-a y d-e-m-o, esperó a que el intrincado sistema de relés
ejecutase su función. Con un suave zumbido resbalaron por el tubo neumático los
carretes adecuados.
Tres semanas más tarde decidió que poseía más conocimientos sobre diablos,
demonios y "otras bestias de piernas largas que vagan durante la noche" que cualquier
otro habitante de la tierra. Acleptos movió la cabeza pensativo. ¡Pensar que el hombre
había descendido tan bajo como para creer en tales cosas!
Se vio obligado a trabajar horas extraordinarias en la máquina de traducir. Todo cuanto
había encontrado estaba escrito en latín. ¡Y pensar, también, que durante todos sus
años de estudio jamás había oído hablar de aquella lengua!
¡Qué basura! Acleptos se indignaba al descubrir la existencia de una época en la que el
homo sapiens había creído en tales tonterías. Increíble, pero aquello ocurrió
muchísimos años antes. Se encogió de hombros. Llegó el momento de ponerse a
trabajar sobre el problema básico. Su más íntimo amigo, Ttom, entró en el laboratorio
de investigación. Ni siquiera le había hecho una visita. ¡Ni tampoco le había
comunicado su éxito!
_¿Qué...?
Ttom examinó de una ojeada la impecable estancia verde. Sobre la mesa de cristal, un
cocodrilo disecado le miraba fijamente. Descansando contra su escamosa piel había
vasijas de vidrio de diferentes formas y rodeaban al saurio cajas, bandejas con polvillo.
Sobre la pared una máquina del tiempo anunció:
_...Esta noche habrá luna llena, y...
Acleptos la apagó.
_¡Llegas oportunamente! _exclamó con alegría.
_¿Para qué?
Tras esta pregunta el rostro de Ttom se sonrojó como el de un niño y exclamó a
continuación:
_¡Lo has conseguido! ¡Has encontrado un tema!...¡Acleptos... me alegro tanto!
_Gracias.
Y acto seguido Acleptos se vio obligado a preguntar a su vez:
_¿y tú?
_Todavía nada...
Pero Ttom se sentía demasiado contento por el éxito de su amigo que volvió a
preguntar:
_¿Y se puede saber qué has encontrado?
-Diablos y demonios _respondió Acleptos, iniciando de nuevo la mezcla de unos
cuantos polvos.
_¿Qué es eso?
_Una superstición primitiva. Mi trabajo consiste en averiguar si fueron reales o sólo una
palabra para designar a los malvados o enfermos... o lo que los antiguos denominaban
con estas palabras.
_¿Cómo piensas hacerlo? ¿Qué son todas esas cosas que tienes ahí? _preguntó
Ttom, señalando los objetos que había sobre la mesa.
-Voy a seguir las fórmulas anotadas en unos viejos manuscritos y observar qué sucede.
Acleptos había trabajado mucho para reunir todos los extraños objetos que el
manuscrito mencionaba. Y miró hacia la mesa y vio que tenia cuanto necesitaba.
Aquella misma noche, con la luna llena...
_Muchos elementos intervienen en el proceso de "conjurar demonios". Si quieres
esperar, quizá lo encuentres interesante.
_Naturalmente. No tengo nada que hacer. Pensé que había tropezado con algo
nuevo..., y lo de siempre, alguien se me había adelantado ya. Acleptos, ¿qué sucederá
cuando ya no queden más campos de saber humano, cuando no haya temas que
tratar, ni nada sobre lo que escribir?
_¡Yo me hacía esa misma pregunta hasta que descubrí a los demonios! Pero creo que
eso tardará en ocurrir y que la Máquina habrá tomado ya sus medidas.
_Estoy empezando a creer que ya ha llegado el momento. Acleptos, ¡eres el único que
ha encontrado un tema en cinco años!
Y al pronunciar estas últimas palabras, Ttom trató de esconder una nota de amargura.
_Sé lo que diría la Máquina, Ttom. _le respondió Acleptos_. Diría que si yo he
descubierto un tema también puedes hacerlo tú.
Al tiempo que hablaba, Acleptos vertió un liquido rojo en una probeta y luego añadió
cierta cantidad de polvillo violeta.
Ttom gruñó:
_Supongo que tienes razón. Sin embargo, olvidemos mis problemas. ¿Qué sucede
ahora?
_Nada hasta la medianoche. Cuando la luna esté llena, pronunciaré ciertas palabras,
encenderé estas cosas que hay aquí _en el manuscrito las llaman velas_ y aguardaré
la aparición de un diablo o un demonio.
Ambos se echaron a reír.
A medianoche, todavía sonriente, Ttom, tomó asiento al borde de un dibujo peculiar
que Acleptos había trazado en el suelo. Se llamaba pentáculo. Acleptos había colocado
una vela negra en cada uno de sus ángulos. También había quemado ciertos productos
químicos, pronunciando unas frases que Ttom ni siquiera trató de entender.
Al principio fue divertido. A medida que pasaba el tiempo, los dos hombres se
impacientaron. Nada sucedía. Acleptos dejó de pronunciar sus extrañas frases y dijo:
_Bien, ya conozco la respuesta a la primera pregunta de la Máquina. Los demonios son
imaginarios y no reales.
Y entonces fue cuando sucedió.
Se extendió por la estancia un olor mucho más intenso que el de los productos
químicos. Luego se produjo una especie de gris luminosidad cerca del dibujo trazado
en el suelo.
Acleptos gritó:
_¡Ttom, lo olvidé! Los antiguos libros dicen que es preciso permanecer dentro del
pentáculo para protegerse... de lo que sea.
Poniéndose en pie de un salto, Ttom se acercó precipitadamente al pentáculo. Pero
antes de lograrlo, la cosa se había hecho ya sólida. Alzó sus cerrados párpados y
cuando sus ojos se fijaron en él, vio tanta malevolencia concentrada en aquella mirada
que Ttom sintió algo que jamás había experimentado antes. Sólo gracias a sus
numerosas y variadas lecturas supo que tal sensación se denominaba antiguamente
miedo.
La cosa dijo:
_Por fin.
Hasta su voz era enervante. Acleptos estaba aturdido. Había realizado el experimento
porque era el sistema lógico de investigación, pero nunca imaginó que tal experimento
llegase a tener éxito.
La cosa se frotó unos extraños dedos que mostraban muchas falanges, y dijo:
_Miles de años, esperando... esperando en la obscuridad la llamada que nunca
llegaba. Al principio creí que El había vencido..., pero entonces yo habría dejado de
existir.
Encogió sus escamosos hombros y abrió más los ojos rojizos. Eran fascinantes. Las
extrañas pupilas cambiaban constantemente de color. Miró primero a Acleptos y luego
a Ttom y dijo:
_Así que nada ha cambiado. Los adeptos y el sacrificio, como siempre.
La cosa cloqueó en un terrible estertor. Luego añadió:
_¿Qué recompensa deseas a cambio? _preguntó mirando a Acleptos.
La cosa no esperó respuesta. Volvió a frotarse los largos dedos. El sonido resultante
fue lo único que se oyó en la estancia. La cosa miró a Acleptos y dijo:
_Ya veo, nada ha cambiado. Una mujer. Muy bien, aquí está.
La cosa hizo una serie de gestos en el aire y antes de que Acleptos pudiese aclarar la
garganta para negar, ella ya estaba allí. Parecía atemorizada. Sus cabellos eran lo más
hermoso que Acleptos hubiese visto en su vida. Y también su cuerpo. Estaba desnuda,
como él había imaginado, puesto que el planeta elegido por ella era cálido. Pero no
había vergüenza en su actitud. Sólo temor.
_¡Envíala de nuevo allí! ¿Cómo te atreves a arrastrarla por el espacio interestelar?
¡Estúpido! ¡Podías haberla matado!
Acleptos ya no temía la cosa. El único pánico que experimentaba era por su amada.
La mujer desapareció con la misma rapidez que se había presentado:
La cosa gruñó:
_No sabía que la amabas. Creí que era únicamente el sexo lo que deseabas..., ¿acaso
quieres oro? Todos codician oro...
Y una vez más hizo extraños gestos en el aire.
Acleptos comprendió que la situación se estaba haciendo ridícula. Aclaró la garganta y
dijo:
_¡Basta!
La cosa se detuvo en su trabajo, y de ser capaz de exteriorizar alguna emoción, ésta
habría sido la sorpresa. Luego preguntó:
_¿Ahora qué? ¿Cómo conseguiré oro para ti si me interrumpes?
Acleptos estaba indignado. La indignación al igual que el temor que la había Precedido,
era una nueva emoción para él. Respondió:
_No te muevas. Soy el amo y tú el esclavo.
Aquellas palabras estaban en las indicaciones que había leído. Ignoraba el significado
de ambas palabras, pero el libro ponía mucho. énfasis en ellas.
La cosa mantuvo inmóvil su cabeza, pero sus ojos observaron con deseo el cuerpo de
Ttom.
Dominando su nueva emoci6n, Acleptos dijo:
_No pareces comprender. No deseo oro...
Ttom dijo:
_Recuerdo esa palabra en mis lecturas. Los antiguos solían cambiarlo por plomo o por
algún metal valioso que fuera parecido.
Acleptos prosiguió:
_Y, desde luego, no quiero que ella regrese de Alfa Centauro.
_¡Poder! _exclamó la cosa sonriendo_. Eso nunca falla. Cuando son demasiado viejos
para el sexo y demasiado ricos para el oro, siempre desean poder.
Y sus manos comenzaron a moverse nuevamente.
_¡Alto! -gritó Acleptos por primera vez en su vida.
La cosa se paralizó.
Acleptos indicó:
_No hagas eso otra vez. ¡Me molesta! No quiero poder y no me digas lo que es porque
no me interesa. Ahora, no te muevas de ahí y contesta algunas preguntas.
_La cosa pareció encogerse un poco, y preguntó casi con timidez:
_Pero..., ¿para qué me has llamado? Si no quieres nada de mí, tampoco puedo aceptar
nada de ti...
La cosa abrió los ojos y los clavó en Ttom, mientras con la punta de la lengua
humedecía sus escamosos labios.
_Quiero alguna información. ¿Cuánto tiempo vivís... los demonios?
_¿Vivir... ? Siempre, por supuesto.
_¿Y cuál es vuestra función?
_Tentar al hombre para apartarle de la senda del bien.
Las palabras surgían velozmente de labios de la cosa, pero Acleptos no acababa de
entenderlas del todo. Sin embargo, quedaban grabadas para volver a escucharlas más
tarde y darles algún sentido.
_¿Por qué deseáis hacer eso? _interrogó Acleptos.
El demonio le miró como si dudase de su estado mental. Respondió:
_Para que el hombre disponga libremente de su voluntad, desde luego. Debe escoger
entre el bien y el mal.
_¿Qué significan esas palabras... el bien y el mal?
El demonio tomó asiento sobre sus talones sin prestar la menor atención a las espuelas
que se hundían en sus propias posaderas. Volvió a contestar:
_Todos estos años sentado en la oscuridad, y que ahora me llamen para esto...
Agitó la cabeza y de pronto pareció adoptar una especie de decisión. Se puso en pie y
luego, se lanzó sobre Ttom.
Acleptos alzó el arma especial y oprimió el botón. La extraña criatura se paralizó de
modo instantáneo para caer al suelo boca abajo.
Ttom tragó saliva y dijo:
---Creí que nunca ibas a usarla. Llamaré al Asilo de Cuerdos para que se lleven a esta
pobre criatura enferma.
Asintiendo con un movimiento de cabeza, Acleptos dijo:
_Esto es mucho más interesante de lo que había supuesto.
Luego tomó asiento, pensativo, hasta que llegó el ambu-bus. Era la primera llamada
urgente que el Asilo recibía desde hacía un siglo, pero los dispositivos funcionaron
perfectamente.
Ttom y Acleptos observaron cómo los robots recogían a la cosa y la alzaban en sus
brazos de metal. Después les siguieron hasta que colocaron la cosa en el ambu-bus,
que partió velozmente hacia el Asilo.
A medio camino, Acleptos habló por primera vez:
_¿Te das cuenta de la ironía que hay en todo esto? _preguntó.
_¿A qué te refieres?
Ttom todavía contemplaba a la cosa, que yacía como si estuviese muerta.
_Los diablos, ¿te das cuenta de lo que son? No son más que seres con otra dimensión.
De alguna manera, en alguna época, un ser humano, en épocas muy remotas, utilizó
las matemáticas, para superar la barrera de las dimensiones. Sin saber que hacía,
envuelto en plena superstici6n, pensó que los sortilegios constituían una llamada,
cuando el dibujo, el calor de las velas y las palabras misteriosas, se combinan en una
clave que abría esa otra dimensión.
_Bien, parece razonable. ¿Dónde está la ironía?
Acleptos parecía a punto de llorar. Respondió:
_¿No comprendes? La humanidad luchaba por salir de las tinieblas, cuando siempre
sus hermanos ignorados e inmortales podían conquistar el espacio simplemente
colocando sus manos en el. punto preciso. El hombre, ciego por sus creencias
supersticiosas, fue incapaz de aprender nada de estos "diablos". Pero la peor ironía es
que los "diablos" no podían ayudar al hombre porque eran deficientes mentales...
Ttom asintió con un movimiento de cabeza.
_Una raza casi imbécil y de talento increíble vivía cerca de nosotros y nunca lo
supimos. La. Máquina tiene razón. Tenemos mucho que aprender. Me equivocaba
cuando dije que todo era ya conocido.
Tal vez el arma usada no se hallaba a punto o el diablo poseía formidables poderes de
recuperación, pero el caso es que al apearse del ambu-bus la extraña criatura
despertó. Empezó a gritar, cuando los robots intentaron que traspasasen el umbral del
Asilo de Cuerdos.
Se debatió de tal manera que incluso las cintas de metal que animaban a los robots se
tensaron. Acleptos vio como las manos de la criatura comenzaban a moverse como
antes.
Gritó a los androides que le retenían:
_¡Sujetarle las manos!
Las manos metálicas se plegaron sobre los largos dedos que se retorcían y la cosa
dejó de luchar. Se abrió una puerta y uno de los doctores le dirigió hacia ellos.
Dijo:
_¿Qué es eso?
Mientras Acleptos se lo explicaba, Ttom pasó un dedo suavemente sobre las palabras
que formaban la divisa de la puerta. Vela las palabras, sus dedos las sentían, pero las
había visto demasiadas veces. No quedaron grabadas en su mente.
Cuando Acleptos terminó, el doctor dijo:
_Entiendo. Bien, lo arreglaremos inmediatamente. ¡Será curioso hacer recuperar el
sentido común a otra criatura dimensional!
Acleptos preguntó:
_Cree usted que está enfermo o que se trata de un estúpido?
_El doctor sonrió.
_Enfermo. Estoy seguro. Ningún ser sano se hubiese comportado de ese modo. ¿Le
gustaría verlo?
_Desde luego. Siento un gran interés.
Acleptos tomó por un brazo a Ttom y añadió:
_...Imagínate, si logramos curarle, significará la Comunicación con toda una raza de
criaturas. ¿No es maravilloso?
_Acleptos _murmuró Ttom con tono preocupado_, hay algo que no hemos tenido en
cuenta. En todas mis lecturas, en todos los datos de que disponemos sobre el universo
y sus extrañas criaturas, nunca hallé nada referente a la inmortalidad. ¿Has pensado
en esto?
_Naturalmente, pero eso es otra prueba de la razón que tiene la Máquina al asegurar
que no lo conocemos todo. ¡Es tan emocionante! Me cuesta trabajo esperar a
contárselo. ¿No será una sorpresa para ella saber que no fue un sueño su presencia
en mi laboratorio, sino .que realmente estuvo allí, atravesando el espacio y el tiempo
junto a una criatura enferma que ha vivido siempre?
En la sala de operaciones no había escalpelos, esponjas, ni grapas. El doctor extendió
a la cosa sobre la mesa. Los androides la sostuvieron por las manos..El doctor tomó un
instrumento. Una luz intermitente surgió de sus lentes en forma de S. El doctor bañó la
cosa con la luz y luego dijo:
_Sólo será un momento. Es decir, si da resultado. De lo contrario habrá que tomar
otras muchas medidas.
Súbitamente su voz se quebró. Acleptos retrocedió de la mesa hasta que su espalda
tocó la pared. Ttom abrió la boca, asombrado. Únicamente los robots permanecieron
impasibles.
Pues la cosa estaba cambiando. En los lugares donde llegaba la luz caían las
escamas.
El doctor ordenó a los robots:
_¡Dejadla libre!
Al hacerlo así la criatura se alzó en todo su esplendor. Una luz dorada iluminaba su
dulce rostro. Se acercó hasta la ventana y la sonrisa que esbozaron sus labios era
como una despedida. Subió un momento al alféizar y se detuvo unos segundos antes
de extender unas enormes alas blancas.
Luego murmuró:
_Pax vobiscum.
Las alas se agitaron y se fue, envuelto en serenidad.
Esa fue la razón de que Acleptos cambiara las palabras de la divisa que campeaba en
la entrada del Asilo de Cuerdos. Ahora decían:
Un diablo no es más que un ángel enfermo
La máquina se ha detenido, por supuesto. Su razón de ser y su fuerza era la
infalibilidad. Y estaba equivocada sobre la tesis relativa a la existencia de Dios con una
D mayúscula.
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