Los sueños teñían de ámbar las cubiertas,
ese matiz de ocasos que se adhería a las maderas
dulce con ese dulzor que tienen ciertos pétalos
bajo una aurora posterior a la sangre
Sin embargo ahora un carmesí recorre sus nervaduras
cerré mis ojos y me vi corriendo hasta desaparecer
Una desesperación que se apodera
de cada ligamento
un ansia de disolverse en el camino
hasta que ningún ser te rodee , te espíe
se cerciore que eres humano y tienes pies,
se torna no ajeno en ajenidad de bruces
en el regazo del espíritu y retorno
Un campo de amapolas rodeado por susurros
del viento... va el corazón latiendo dentro de la angustia
porque la angustia es tal porque tiene pulmones
y un corazón y en este sueño hay que dejarla atrás,
sin tornar la vista al vaivén de olas que embriaga
imágenes turbias de un prístino pasado
Lobos recorren la cubierta
engullendo a dentelladas groseras,
el corazón de los tripulantes
una nave con la altura de un Argos
cubierta de cadáveres
Correr , correr y correr entre amapolas
hasta que las piernas sean dos haces arrancados
de un ejido y detener la huida
Sólo detener la huida
Ahora que la nave se hunde
y el tiempo parece murmurar
una letanía
que lo va inmovilizando
hasta condensarlo en roca
debajo de nuestros miembros agotados
lobos duermen sobre el pecho de los hombres
Se paralizó el cuerpo...
¿ Dónde, esa pradera de amapolas?
Sólo abro los ojos.
Caen sobre mí
restos de velas negras
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