domingo, julio 03, 2016

AGATA ILUMINADA POR EL FUEGO por EDUARDO J. FARIAS ALDERETE


Quizás el fuego y una oración de agua
sean lo mismo si  no quieres despertar.

Hay mucho ruido  en esta serenidad de muerte.

Muchos cuadernos escritos para ti,
mientras el cielo devora tiempo.

Y la eternidad sea  un pez de fuego 
al que intentas inútilmente atrapar.

La existencia mientras respiramos
es un eterno inicio y final, 
un final y otro inicio
y otro inicio y otro final, a ciegas. 

Sabes que el destino tiene una fiebre
que vive  separándonos
en parques que no son parques 
en minutos danzando 
dentro de un día ebrio 
en cuadernos de niño con  versos sin verdades 
y verdades sin verso,
abandonados sin mañanas ni arpegios
descifrando las constantes del silencio,
como una casa vacía respirando poemas.

La vida llueve y tiene coros de cigarras todos los días
estamos inermes y  sordos
el mundo gira sin piedad ni remordimientos
tú sin nombrarme yo sin nombrarte.

¿Hay algo más envenenado y puro que la Poesía?
Libros y gatos y días sin pensar ni caminar,
una oración de agua latiendo en tu pecho
madre, doncella y centinela de las oscuridades
fiebre, fiebre y más fiebre 
observar un horizonte y un mar distinto.

Mil paisajes que significan vidas pasadas.
lluvia de fuego y lluvia de palabras
Versos y versos y versos y poemas calcinados.

Noche y noche y más noche
Levanta la vista y oye lo que dicta la vida.
escribe cien finales y cantos diluidos.

Somos garabatos en el cuaderno de un niño 
que soñó sin comprender el real sentido de todo.

Nos deja detrás de las historias  
como perros envenenados 
en la calle inmensa del mundo.

Hay canciones que no significan nada, 
sólo basta una sonrisa y fotografías
y la sordera de los abismos
para sepultar lo que no se pueda ocultar: 
falsos círculos  que dibujan noches eternas.

Somos preguntas al cielo, somos un verso de fuego
Somos una oración de agua 
somos un destino embriagado de aire.

Las cicatrices son ajenas aunque las tengas
los atardeceres no importan 
ni esos paisajes que trazaron destino.

Me pondré de rodillas en este último verso 
que la nada sea lo que nos dibuja y todo sea fuego.

Un fuego que te ilumine.

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