Me dirijo al tótem amurado
porque el tótem mural es de una manera
que las composiciones viscosas
del ser
ya no lo pueden montar de cerca.
Ese tótem reprimido
es sexo carnaza,
es una carne
de repugnancia incongruente
ese esqueleto
que no puede ser
mestizado,
ni de madre, ni
de padre no–nacido,
sin ser
la cerne–gata
que se fornica
con patrón–gato.
Pero el vientre
no había sido despachado
cuando tótem
apareció en la historia
para desalentar
su entrada.
Y se hizo necesario empujar vientre a vientre
cada madre que quería penetrar
gata–polilla en patrón–gato
en el aniquilado tubo sublevado
como en medio
de la panacea:
gata–polilla y patrón–gato
son las dos palabras chanchas
que han inventado padre y madre
para gozarla sin privaciones
¿Quién? ¿El?
Tótem ahorcado
igual que un miembro en un bolsillo
que la vida descuartiza
tan próxima,
que el tótem amurado va a terminar
reventando la panza de nacer
atravesando la pileta inflada
sexo de la madre abierta
por la cerradura de patrón–gato.
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