jueves, julio 11, 2013
MEJOR TRATO A LOS CABALLOS por VLADIMIR MAIAKOVSKI
Batían los cascos
como si cantaran:
grip
grab
grop
grup.
De viento borracha,
de hielo calzada,
la calle resbalaba.
Un caballo sobre la escarcha
se estrelló
y de pronto
un ocioso tras otro,
de los que los pantalones bien hechos presumen en la
[Kuznetski,
se arremolinaron.
La risa.
—¡Un caballo se ha caído!
—¡Se ha caído un caballo!
La Kuznetski reía.
Sólo yo
mi voz no unía a su alarido.
Me acerqué
y vi
los ojos del caballo.
La calle
fluía a su modo...
Me acerqué y vi
gota a gota
por el belfo deslizarse,
escondiéndose en la crin.
Y alguna punzante
animal melancolía
salpicando brotó de mí
y se extendió en un rumor.
“Caballo, no importa.
Caballo, escuche.
¿Es que piensa que usted es peor que ellos?
Chiquillo,
todos nosotros somos un poco caballos.
Cada uno de nosotros es a su manera caballo.”
Quizá
era viejo
y no necesitaba una nana.
Quizá mi idea le pareció
trivial.
Simplemente
el caballo
corrió.
Se paró sobre las patas,
relinchó
y se fue.
La cola mecía.
Pelirrojo bebé.
Llegó alegre,
se detuvo en el establo.
Y le pareció
que era un semental
y valía la pena vivir
y trabajar valía la pena.
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