miércoles, julio 24, 2013

¿QUE ES LA IRONIA? por MILAN KUNDERA


En la cuarta parte de El libro de la risa y el olvido, Tamina, la protagonista, necesita la
ayuda de su amiga Bibi, una joven grafómana; para ganarse su simpatía, le organiza un
encuentro con un escritor provinciano llamado Banaka. Este explica a la grafómana que
los verdaderos escritores de hoy han renunciado al anticuado arte de la novela: «Mire
usted, la novela es fruto de la ilusoria idea de que podemos comprender a los demás.
¿Pero qué sabemos de los demás? [...] Lo único que podemos hacer es dar testimonio
cada uno sobre sí mismo. [...] Todo lo demás es mentira». Y el amigo de Banaka, un
profesor de filosofía: «Desde los tiempos de James Joyce sabemos que la mayor aventura
de nuestra vida es la falta de aventuras. [...] La odisea de Homero se trasladó al interior.
Se ha interiorizado». Poco tiempo después de la publicación del libro, encontré estas
palabras en forma de epígrafe a una novela francesa. Esto me halagó mucho, pero
también me azoró porque, para mí, lo que decían Banaka y su amigo no eran sino
sofisticadas cretineces. En aquella época, en los años setenta, las oí por todas partes a mi
alrededor: parloteo universitario hilado con vestigios de estructuralismo y psicoanálisis.
Después de la publicación en separata de esta misma cuarta parte de El libro de la risa
y del olvido en Checoslovaquia (primera publicación de uno de mis textos tras veinte
años de prohibición), me enviaron a París un recorte de prensa: el crítico estaba
satisfecho de mí y, como prueba de mi inteligencia, citaba estas palabras que él
encontraba brillantes: «Desde los tiempos de James Joyce sabemos que la mayor
aventura de nuestra vida es la falta de aventuras», etc. Sentí un extraño placer maligno al
verme volver al país natal montado en un burro de malentendido.
El malentendido es comprensible: no intenté ridiculizar a mi Banaka y a su amigo
profesor. No expresé mi reserva con respecto a ellos. Por el contrario, hice lo que pude
para disimularlo, pues quería dar a sus opiniones la elegancia del discurso intelectual que
todo el mundo, entonces, respetaba e imitaba con furor. Si hubiera hecho que sus palabras
fueran ridículas, exagerando sus excesos, habría hecho lo que se llama una sátira. La
sátira es arte con tesis; segura de su propia verdad, ridiculiza lo que decide combatir. La
relación del novelista con sus personajes jamás es satírica; es irónica. Pero ¿cómo se deja
ver la ironía, discreta por definición? Mediante el contexto: los comentarios de Banaka y
su amigo están situados en un espacio de gestos, acciones y palabras que los relativizan.
El pequeño mundo provinciano que rodea a Tamina se distingue por un inocente
egocentrismo: cada cual siente una sincera simpatía por ella y, no obstante, nadie intenta
comprenderla, pues nadie sabe siquiera qué es comprender. Si Banaka dice que el arte de
la novela está anticuado porque la comprensión de los demás no es más que una ilusión,
no expresa tan sólo una actitud estética a la moda, sino, sin saberlo, también su propia
miseria y la de todo su entorno: una desgana por comprender al otro; una egocéntrica
ceguera frente al mundo real.
La ironía quiere decir: ninguna de las afirmaciones que encontramos en una novela
puede tomarse aisladamente, cada una de ellas se encuentra en compleja y contradictoria
confrontación con las demás afirmaciones, las demás situaciones, los demás gestos, las
demás ideas, los demás hechos. Sólo una lectura lenta, una o varias veces repetida,
pondrá en evidencia todas las relaciones irónicas en el interior de la novela, sin las cuales
la novela no sería comprendida.

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