Hay en Ramírez la torrencial
avidez de delimitar el mundo a través de sus versos. Puede ser un propósito rayano
en la obsesión, la proposición es insinuante, se invita al lector a acceder a
una serie de imágenes una vorágine detallada de hechos, de actos donde el ser poético
se desmarca del sustrato corporal para abarcar a punta de metáfora y elementos una visión propia del yo y del
mundo que le rodea.
Los actos se empapan de poesía, así sin más, en el Libro
segundo es más accesible que el primero, las imágenes son más cercanas ,
coloquiales y el acercamiento con el lector es más evidente, se deja atrás esa
vorágine lírica al que fue expuesto para entregarnos un hablante más de carne y
hueso, las citas, el llamar a elementos, como los de Radiohead y algunos de sus
LP y el Jazz nos da un soundtrack de fondo, los procesos mentales se van
describiendo con una desenvoltura precisa, hay un lenguaje técnico que
enriquece las ideas en una exponencial descripción. El lenguaje se reviste de
una elegancia determinante.
En el capítulo cuarto nos lleva
de la mano a calles que a merced de su descripción nos vamos empapando de un
ambiente urbano a través de pulsaciones íntimas y versátiles.
Ahora nos detenemos en un
recital, en el capítulo cinco. Con Jazz de fondo, el puro, el primigenio,
ahondamos más en ese yo-poético dispuesto a mostrarnos las honduras de su
espíritus y su franqueza acerada.
Los hoteles del capítulo Seis, instantes
post recital y condescendencias, Ravel
de fondo, capitulo siete y Portishead elucubraciones ante un mar que se
equipara a la inmensidad del mar, los devaneos de la mente en pos de una
realidad apabullante; las conclusiones del poeta ante los vacuos instantes que
entrega la ambiente.
El Libro tercero, el prisma gira
en los grados suficientes para ver desde un punto crítico una sociedad que a
ratos se ve ajena, por lo que aquellos que nos creemos premunidos por una
conciencia distinta a la actual, nos vemos lanzados a atesorar lo vivido, vemos
lo nocivo de las eras pasadas para concluir en lo amargo que resulta el
presente, con sus complacencias, con sus distancias, con electrónica simplicidad
y enajenación. El capítulo dos abarca lo sexual en la cibernética actualidad,
digno de mención, las dictaduras de América Latina y su ethos deshumanizante,
hay menciones de objetos y situaciones pre siglo XXI sólo para llevarnos a nuestras propias conclusiones,
nuestras aciagas conclusiones.
Desembocamos al capítulo tercero con algo más íntimo, más volcado a una interioridad
telúrica, la adolescencia, la secundaria y las frustraciones que todos llevamos
a cuestas por esos tiempos, sin duda, un mal curable. El capítulo cuarto y los
primeros escarceos con el sexo opuesto, la nostalgia latente en cada hombre
maduro, en cada poeta que tiene la capacidad de abismarse en sí mismo,
generador de versos, metáforas y
ambientes en que lo lírico se mezcla con lo real. El capítulo quinto no teme en
dirigir, una actual moral a las raíces mismas del ser, a la infancia, cuna de
todas las concepciones vitales y futuras, se culmina con el capítulo seis: profundamente intimista
y acá cito:
“I
Las madres no pueden permitirse
que un hijo sufra
malestar / por más pequeño que
sea el destino de las liebres.
\\ Mas olvidaron mencionar que la
única persona digna de
castigar es ella, / ingrato
privilegio entregado a lo materno
/ que dicen sufrir más que
nosotros con los golpes. \\ Entro
a casa, me detienen la sala y
aquella humanidad / que ha
sobrevivido menesteres de parto y
enfermedades mensuales.”
El capítulo siete a modo de una
conclusión, el final del periplo, el afán de los poetas por desnudar el alma llega a su manifestación más pura y la que
carga de combustión para la labor de
entramar poesía y vida.
Una intrigante odisea.
Ego de Oscar Ramírez. Ediciones
Cinosargo. Arica. 2013.
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