¿Sólo conoces lo Real? Cae muerto.
Eso dijo Nietzsche.
Tenemos el arte para que la
verdad no nos mate.
Para nosotros el mundo es demasiado.
Después de cuarenta días el Diluvio sigue.
Las ovejas que pastan allá lejos son chacales.
Ese tictac en tu cabeza es de verdad el Tiempo
y vendrá por la noche a
sepultarte.
El tibio niño que ahora duerme partirá en el alba,
y con tu corazón irá
hacia mundos que ignoras.
Y
por eso
necesitamos que el Arte enseñe a respirar
y haga latir la sangre; tener que
aceptar la cercanía
del Diablo
y la edad y la sombra y el coche que atropella,
y al payaso con máscara de
Muerte
o la calavera que con corona de Bufón
a medianoche agita cascabeles
de
óxido sangriento y matracas gruñonas
que estremecen los huesos del desván.
Tanto, tanto, tanto... ¡Demasiado!
¡Destroza el corazón!
¿Y entonces? Encuentra el Arte.
Toma el pincel. Aviva el paso. Mueve las piernas.
Baila. Prueba el poema.
Escribe teatro.
Más hace Milton que Dios, aun borracho,
para justificar los modos del
Hombre con el Hombre.
Y
el divagante Melville se toma en serio la tarea
de encontrar la máscara
bajo la máscara.
Y
la homilía de Emily D. señala el basurero
de nuestras anomalías.
Y
Shakespeare envenena el dardo de la Muerte
y la herramienta de un arte de
enterrador.
Y
Poe construye un Arca de huesos porque ha presentido un diluvio de sangre.
La muerte es una dolorosa muela del juicio;
extrae esa Verdad con las
tenazas del Arte
y emploma el abismo en donde estaba
oculta en las sombras con el Tiempo y
las Causas.
Aunque el Gusano Rey nos devore el corazón
con la boca de Yorick
demos gracias al Arte.
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