lunes, febrero 07, 2011
IN MEMORIAM por CLAUDIO BERTONI
1. Maldita mala raja. Murió Bolaño. Y ni siquiera es un Dios el que lo mata. Es la mala raja.
2. Es mejor que olvides tu ojo derecho. Enciende la tele a las 4 de la madrugada para seguir huyendo del dolor hasta el año 1976 detrás de tu otro ojo. Giacometti a la misma hora con la luz encendida toda su vida. Aspirina carcomida. Lista de grageas del cajón del velador. Un anzuelo detrás del tercer ojo: Confiarla en el Fredol. Confianza en el Dolviran (Era mucho más dulce y salvadoreño). La aspirina estaba carcomida. El atún abollado. No se entiende lada. Nada nunca lo fue. Es la única esperanza de aliviar el dolor: la aspirina roída. Carcomida, en ruinas. La guardo mientras la suerte nos conduce a la mesita de plástico imitación mármol que saca el cajón como una lengua. No puedo imaginar la calavera de Roberto Bolaño hecha cenizas. Ni la piel que la cubre tampoco. La expresión que tuvo el día que murió en la cubierta de la Tercera. ¿Y si no me paga?. La inmencionable reza y no se pone la ropa interior que yo le pido. Un laboratorio confecciona pastillas para locos, para dementes, para asustados, en forma de tortillas del rescoldo. Sigue llorando Gardel. Hora y media duró la esperanza. Todo es una rama para el que se ahoga. En ése caso la boina de una aspirina. Y lo dijo Simone Weil. Ya no hacen tocadiscos como ése. Yo le meto un palito de fósforo. El fragmento de un palito por ejemplo. Y consigo que no dure la tele sin internet. El Jota me convenció. Con un pegador de luces que no puedo escribir todo lo que quiero -no abandonar mi Olivetti versus Underwood- y seguir usando una máquina de escribir gracias a la tecnología generada por mecánicos de Diez de Julio absolutamente ajenos al ingenio penetrante y recoleto del José. Además, el día que llegué temblando con la televisión de mi hermana en forma de lustrín de zapatos, me dijo: "No se preocupe, don Claudio". Y me invadió el alivio. Volví corriendo y feliz. Aunque cansado, eso sí.
3.) ¿Y si no fuera? Ni muerto. Ni nacido. Ni nada. Ni mucho menos el aborto que fraguamos los dos. El grito que yo daría -del gusto- levantaría el cuero cabelludo de la corteza terrestre para salir disparado del manto como una tacita de té.
4.) No sé delirar. (Como mi mami no sabía gritar). Escucho el sarro del picaporte de la vecina frontal. Ahora resulta que se parece también a la Julia Roberts (Además de a la Dami Moore cuando medita mirando la pera del C.C.). No estaba duro ni blando. ¿Cómo ocultar semejante verdad? (¡Y se la tuve así de cerca!). Y palpitaba.
5.) Anoche corría desesperado de la memoria de su imagen. "No lo puedo creer, no lo puedo creer, no lo puedo creer". A cien por hora. Como el monje de la película del híper futuro en un claustro. O dándome vueltas como Apollinaire en su celda cuando estuvo preso. Como un oso.
6.) Se la frotó. Me convidó y se la froté. (Escuchando el Adagietto de la Quinta sinfonía mientras me olía).
Y toda una semana estuvo corriendo hacia mis brazos recién llegada del gimnasio y toda transpirada.
Mi más querida memoria: Entre las nalgas se abre una herida. Se raja: carne. En forma de v corta, (¡Agudisísima!).
7.) Y una paloma mensajera trajo en su patita un Aforismo de Georg Christoph Lichtenberg para Roberto Bolaño: "Siempre lamento mucho cuando muere un hombre de talento, el mundo lo necesita mucho más que el cielo".
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