viernes, febrero 04, 2011

RESPIRACION por ROSAMEL DEL VALLE




Después de todo, no hago más que vivir sin traicionar ni traicionarme y conozco la vida mejor que aquel que escoge una de las suyas para mostrarla en la plaza. Una, digo, porque hay quien no carece de inteligencia para procurarse varias vidas y salir a la feria justamente con la que viene al caso. ¿ Tiene un nombre esa vida? Lo tiene, sólo que es un fenómeno tornasol. A ese fin ha llegado el hombre con quien cambiamos el saludo por las mañanas. Esa es, se dice, su sangre. Y bien, mi sangre no es color tornasol ni salpica. Hago lo que hace todo aquel que tiene algún quehacer para vivir. Y aspiro a soñar en libertad. Aun más, no quiero que nadie muera sino de su propia muerte y abomino del que la impone en nombre de cualquier circunstancia, idea o mito. No se alcanza fácilmente la jerarquía del gusano. Como es difícil habituarse a poner el oído a ras de tierra y convivir con el amor terrible de las cosas que no aspiran al poder ni al deseo. Y no me hablen del héroe. Prefiero creer en lo que no dice el corazón de cada uno. Prefiero pensar en lo que hace de noche una mariposa y en el terror con que cada ser humano suele encontrarse en la soledad a sí mismo. Es decir en la palabra de los huesos. Ahí estoy. Tiemblo yo también. Y si me dejara llevar a gritar a la plaza no vacilaría en empezar mi discurso con un "¡Que tiemble el corazón del hombre!" Y ya lo sé, temblar, se dice, es ser irresponsable. ¿Tendré que agregar que esa responsabilidad de todos los tiempos de que se habla y que yo no me atrevo a asumirse parece a la del gusano? Que me perdonen el bien dotado y el héroe. Que me perdone todo aquello que no veo. Que me perdone todo lo que grita.
En los oídos tengo atrapado al mar.

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