Última fase de su eclipse: el monstruo
que enorgullece a Roma mira al cielo
con la perplejidad de sus cuencas vacías.
Sólo el oro del sol, que no se acuña
ni hace sudar la frente ni se filtra en la sangre
colma y vacía" a diario esta cisterna rota.
El tiempo ahora es musgo, semillero del polvo
en que las mutiladas columnas ya quisieran
descansar de su peso imaginario.
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