viernes, agosto 30, 2013

ESPONTÁNEO SOY por WALT WHITMAN



¡Espontáneo soy, Naturaleza!
La amorosa jornada, el sol que se eleva, el amigo con el
cual soy feliz,
El brazo de mi camarada perezosamente apoyado sobre
mis hombros,
La colina con su cumbre blanqueada por las florecillas de
serbal,
La misma, en otoño, matizada de rojo, amarillo, parduzco,
púrpura y verde claro y oscuro,
La rica alfombra de hierba, animales y pájaros, la agreste
y escondida ribera, los manzanos silvestres, los guijarros,
Hermosos fragmentos de cascadas, negligentes líneas del
horizonte, una tras la otra, según mi pensamiento las
evoca,
Los poemas reales (pues que los que así llamamos sólo son
meras imágenes),
Los poemas de la intimidad en la noche, y de los hombres
que a mí se parecen,
Este poema entristecido, tímido y oculto, que yo siempre
llevo conmigo, y que todos los hombres llevan también,
(Reconozco de una vez para siempre, confieso que, en todo
lo que los hombres se me parecen, están en acecho
nuestros fornidos y másculos poemas),
Pensamientos amorosos, zumo de amor, aroma de amor,
amor complaciente, enredaderas amorosas, y trepadora
savia,
Brazo y manos amorosos, labios de amor, fálica tuerca del
amor, senos del amor, vientres estrujados y adheridos
unos con otros por el amor,
Tierra del casto amor, vida que sólo es vida después del
amor,
El cuerpo de mi amor, el cuerpo de la mujer que amo, el
cuerpo del hombre, el cuerpo de la tierra,
Dulces brisas mañaneras que soplan desde el sudeste,
El velludo abejorro silvestre, que murmura y vacila acuciado
por el deseo, agarra la espigada flor femenina y
curvándose sobre ella con sus amorosas y fuertes patas,
procura su deseo, hasta que trémulo, queda saciado,
La humedad de los bosques en las horas mañaneras,
Dos durmientes en la noche, estrechamente abrazados durante
el sueño, uno con un brazo sesgado alrededor, o
quizá más abajo, de la cintura del otro,
El perfume de las pomas, aromas de marchita salvia, menta
y corteza de abeto,
Los vehementes deseos del mancebo, el rubor y la turbación
cuando me confiesa en qué soñaba,
La hoja muerta voltejeando en espiral, para yacer contenta
e inmóvil en el suelo,
La contemplación de los hombres y de las cosas cuyos oscuros
aguijones me atormentan,
El inquietante aguijón mío, atormentándome como jamás
atormentó a nadie,
Los sensibles, embragados, orbiculares gemelos, cuyo recóndito
nido sólo los privilegiados palpadores alcanzan,
La vagabunda curiosidad de la mano por todo el cuerpo
vagando, la vergonzosa y remisa persuasión de la carne
allí donde los dedos consoladores se detienen y acucian
ellos mismos,
El límpido líquido en el interior del mancebo,
La roedura del remordimiento y la aflicción,
El tormento, la marea irritable que no admite reposo,
Lo mismo que yo siento, lo mismo que sienten los otros:
El mancebo que se ruboriza y enrojece, la joven que se ruboriza
y enrojece,
El mancebo que despierta en plena noche, la ardiente mano
procurando reprimir la que anhela dominarlo,
La mística noche amorosa, las raras y casi bienvenidas congojas,
visiones, sudores,
El latido golpeando a través de las palmas y los temblorosos
dedos anudados,
El mancebo todo colorado, con las mejillas arreboladas,
avergonzado, irritado,
La salmuera con que me cubre el amor del mar cuando
estoy tendido, complacido y desnudo,
El júbilo de los niños gemelos que juguetean sobre la hierba
al sol, la madre sin apartar de ellos su vigilante
mirada,
El tronco del nogal, la cáscara de las nueces, y la madurez
de las redondeadas nueces,
La continencia de los vegetales, pájaros, animales,
La consiguiente villanía de mi parte si me ocultara, por
considerarme indecente, mientras los pájaros y animales
jamás se ocultan ni se consideran indecentes,
La gran castidad de la paternidad frente a la gran castidad
de la maternidad,
El juramento de procreación que he formulado, ¡oh!, mis
adámicas y tiernas hijas,
La voracidad que me consume día y noche con su mordedura,
hasta que yo sature a la que engendrará los hijos
que ocuparán mi lugar cuando yo esté en el final.
El saludable consuelo, reposo, agrado,
Y este manojo que yo mismo he recogido al azar,
Que ya ha cumplido su misión,
Y al cual yo arrojo al aire negligentemente, para que caiga
donde pueda.

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