viernes, agosto 30, 2013
IWATANI DESDE EL INFIERNO por ANDRES ABEL
1
Estoy atrapado en un bosque del que no hallo la salida. Por más vueltas
que dé, por más recto que sea mi camino, siempre acabo volviendo al mismo
lugar. El lago.
Los árboles que lo rodean representan mis primeros recuerdos del
mundo.
2
El bosque es fértil y sus frutos me mantienen fuerte. El agua del lago
parece pura. No he visto ningún animal bebiendo de ella, pero es que
simplemente no he visto ningún animal.
23
Escuché un rumor entre el follaje, y al seguirlo me topé con un hombre
que vagaba igual que yo, famélico y desorientado. Su rostro entero era una
antigua quemadura. En cuanto me vio se lanzó contra mí, y cuando intenté
apartarlo, mi mano lo atravesó como habría atravesado el humo de aquel viejo
fuego. Él sin embargo no tuvo ningún problema para escarbar con sus dedos en
mi boca y arrancarme un lado de la cara como quien despega una porción de
una pizza. Le oí masticar mientras yo huía.
39
El hambre me obliga a seguir moviéndome por el bosque en busca de
fruta, burlando al hombre de la cara quemada, ahora no más deforme que la
mía.
67
Hay otros tres. Como el que me hirió, pueden tocarme pero no ser
tocados.
Uno está pálido e hinchado y de su boca mana agua igual que de una
fuente a punto de secarse.
El otro está cubierto de sangre de la cabeza a los pies.
Y hay una mujer. Está desnuda, y tiene el cuello torcido: la negra melena
delante y los negros ojos detrás.
Todos quieren un pedazo de mí.
88
En un rincón del bosque he encontrado un fruto como ningún otro. Al
comerlo he vuelto atrás en el tiempo de los árboles, a los días en que aún no me
habían desfigurado… y aun antes.
113
Descubrí a la mujer bañándose en el lago. Su cuello estaba intacto. No
había hambre en sus ojos cuando me miraba, o al menos no el tipo de hambre
que yo me había acostumbrado a ver en ellos, cuando avanzaba hacia mí con la
espalda cubierta de babas.
Levanté las manos hacia su rostro, y mis dedos se posaron sobre él. No
era humo sino carne.
Lo retorcí hasta alinear su barbilla con su nuca.
144
Encontré a los otros tres, tan sólidos como la mujer y yo mismo, sin
rastro de sus antiguos estigmas.
Al primero lo ahogué en el lago donde también flotaba el cadáver de ella.
Al segundo le abrí la cabeza con una roca. Golpeé hasta que la piedra
cayó dentro, como algo arrojado a un pozo.
El tercero, el que un día me desgajó la cara, se calentaba junto a una
hoguera. Empujé su cabeza contra ella y le obligué a mirar al fuego a los ojos.
243
He devorado cuanto el bosque tenía que ofrecerme.
Incluyendo a sus otros moradores.
256
Desfallecía, el mundo se apagaba a mí alrededor… y el tiempo volvió a
saltar. Pero esta vez hacia delante. El bosque floreció y se llenó de frutos, y la
herida de mi cara se abrió de nuevo, como para facilitarle al alimento el camino
hasta mis dientes.
De igual forma volvieron los fantasmas, y ahora sé que, como a mí en el
pasado, el hambre no es lo único que los mueve: también la venganza.
Etiquetas:
narrativa
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