sábado, octubre 12, 2013

GOTERA por ENRIQUE LIHN


Espantosa confianza que pongo en ti, mujer, la 
primera en subírseme, de paso, a la ca­beza.
Desamor del que huyo enterneciéndome, y es 
demasiado fácil (diría lo real).
Se habla de la miseria en esta cama, paso del recuerdo 
a los órganos sexuales y un llanto de no sé bien ni de 
quién ni de cuándo
—el transfundirse del sudor en sábanas— ¿no es tibio 
el nido de la muerte? Enfria el resto de los juegos sobre 
la piel, soplándola.

Y      en cuanto a ti, mi reina, me resigno al patíbulo
con el previo perdón de tus ojos los más redondos que 
conozco, falsamente perplejos, aburridos.
Pues, ¿a qué viene esto de hablar asi como se suda,
el forcejeo por dar al cuerpo lo que es de la memoria,
a traición la lepra de los que todavía quieren —a su edad—
 hacerse recoger los pedazos del alma ?

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