miércoles, septiembre 04, 2013
OBREROS MANUALES Y OBREROS INTELECTUALES por CESAR VALLEJO
En el sistema capitalista de producción económica, resulta difícil determinar y medir en
el obrero intelectual, su función social de cooperación humana –de rendimiento-, en
términos económicos. En el obrero manual, el trabajo es por naturaleza, claro y
apreciable en cifras concretas. El esfuerzo es aquí susceptible de ser medido y estimado
con rigurosa exactitud. En el régimen taylorista de trabajo –perfeccionado por el
fordismo- existe una multitud de instrumentos científicos, destinados a medir y valorar
las diversas e innumerables labores de la producción en cadena.
El más sutil estremecimiento productor, realizado por el músculo está cronometrizado
en números infinitesimales. Tratándose del trabajo o eficiencia productiva del obrero
intelectual, -del escritor verbigracia- el caso ofrece infinitas dificultades para su
cronometrización y valorización consiguiente.
En primer lugar, la forma subjetiva del trabajo intelectual escapa, al menos por ahora, al
time study man y a todos sus diagramas y cronómetros. En segundo lugar, ni siquiera es
posible atenerse al volumen o alcance objetivo del trabajo, de un libro de versos, por
ejemplo: Para establecer el valor económico de este libro, hay que tener en cuenta una
serie de valores inextricables: el prestigio de l autor, el grado de influencia pública, el
momento social en que viene la obra, su filiación política, moral y estética y el valor
intelectual intrínseco del libro. Ya sólo para determinar el valor intelectual intrínseco,
independientemente de los otros mencionados, se necesita un índice infinito y
cambiante de otros tantos datos y elementos importantes de estimulación social y
económica. Es entonces que el trabajo intelectual burla al time study man, a sus
cronómetros y diagramas y a la clientela.
En el orden socialista desaparecen todas estas dificultades. En el orfen socialista no hay
salarios ni cronómetros para establecerlos. La actual máxima soviética: “De cada cual,
según sus aptitudes; a cada cual según sus necesidades”, es reemplazado por un sistema
tácito de trabajo espontáneo y desinteresado, de un lado, y de templanza temperamental
en el consumo, de otro lado. El ejercicio del trabajo se hace una necesidad y la
satisfacción de los apetitos lleva en sí misma su propia medida. Una y otra cosa son
formas discrecionales de la conducta individual, disciplinas orgánicas, que excluyen y
ponen de sobra todo control de coerción o mordaza colectivas.
LITERATURA PROLETARIA
Ardientes discusiones se han promovido acerca de la naturaleza del arte proletario.
Al criterio Leninista y oficial del Soviet, que quiere que aquel sea un instrumento del
Estado para realizar la dictadura obrera y la revolución mundial, ha sucedido el de
Trotsky, quien extiende el criterio proletario a más vastos y profundos dominios del
espíritu, y declara que ningún poeta Ruso de la revolución, empezando por Block, ha
logrado realizar aquellos trazos esenciales del arte proletario. Con todo, la literatura
proletaria, según Trotsky, queda siempre encerrada dentro del catecismo espiritual del
Estado Proletario. Se trata solamente de una relativa ampliación de vistas de la posición
de Lenin y del Soviet.
Hay un segundo modo de caracterizar el arte proletario. Gorki ha dicho: “El trazo típico
del escritor proletario está en el odio activo contra todo lo que de dentro o de afuera
oprime al hombre, impidiéndole su libre desenvolvimiento y el pleno desarrollo de sus
facultades. El escritor proletario tiende a intensificar la participación de los lectores en
la vida, a darles un mayor sentimiento de seguridad en sus propias fuerzas y en los
medios de vencer todo enemigo interior y ayudarles a adquirir el gran sentido de la vida
y la alegría inmensa del trabajo”. Como se ve, la posición de Gorki, se confunde con el
espíritu de la literatura burguesa, que trata de realizar propósitos literalmente idénticos a
los que Gorki asigna, de modo harto genérico y vago, a la literatura proletaria. Gorki no
bosqueja al carácter estrictamente proletario del arte en cuestión. Lo que dice de éste,
han dicho del arte burgués los estetas y críticos burgueses de todas las épocas.
Aún no se ha llegado en Rusia a un acuerdo tocante a la literatura proletaria. Los más no
quieren darse cuenta de que el arte proletario no es, en suma, sino el propio arte
bolchevique. Una vez más, Lenin tiene aquí razón y la tiene sobre Trotsky, que
pretende, por decirlo así, desviar y dispersar en vagos humanismos, el trabajo del artista
proletario, y sobre Gorki, que, como escritor, debería ver estos problemas con mayor
penetración técnica que los que no lo son.
“Frente a las costumbres burguesas, -decía Lenin- frente al arribismo y al
individualismo literario burgués, frente al ‘anarquismo aristocrático’ y a la competencia
por el beneficio personal del escritor burgués, el proletariado socialista, debe afirmar,
realizar y desenvolver, en su forma más completa e integral, el principio de una
literatura proletaria. ¿Cuál es ese principio? La literatura proletaria debe ser una
literatura de clase y una literatura de partido. Ella debe inspirarse en la idea socialista y
en la simpatía por los trabajadores, que encarnan y luchan por la realización de esa idea.
Esta literatura fecundará la última palabra del pensamiento revolucionario de la
humanidad, por la experiencia y la actividad viviente del proletariado socialista”
Así, pues, la literatura proletaria debe servir los intereses de clase del proletariado y,
específicamente, debe enmarcarse dentro de las directivas y consignas prácticas del
Partido Comunista, vanguardia de las clases trabajadoras. En otros términos literatura
proletaria equivale a literatura bolchevique. Copnez, delegado de la Internacional
Comunista ante el segundo Congreso Mundial de Escritores Revolucionarios, decía: “El
actual período de agravación de los antagonismo del sistema capitalista, exige a la
literatura revolucionaria hacerse proletaria. Si el escritor no se hace revolucionario por
el puro afán de publicidad, por una pura gana demagógica, a fin de hacerse popular, sino
‘porque está penetrado de un odio ardiente a la sociedad capitalista y porque está
dispuesto a consagrar su talento a la destrucción de esta sociedad’ (dos características
esenciales del arte bolchevique anotadas por nosotros C.V.), la lógica de la lucha, la
lógica inflexible de su propio esfuerzo hacia la revolución, tiene que conducirlo a la
literatura proletaria”.
UNIVERSALIDAD DEL VERSO POR LA UNIDAD DE LAS LENGUAS
Un poema es una entidad vital mucho más orgánica que un ser orgánico en la
naturaleza. A un animal se le amputa un miembro y sigue viviendo. A un vegetal se le
corta una rama y sigue viviendo. Pero si a un poema se le amputa un verso, una palabra,
una letra, un signo ortográfico, muere. Como el poema, al ser traducido, no puede
conservar su absoluta y viviente integridad, él debe ser leído en su lengua de origen, y
esto, naturalmente, limita, por ahora, la universalidad de su emoción. Pero no hay que
olvidar que esta universalidad será posible el día en que todas las lenguas se unifiquen y
se fundan, por el socialismo, en un único idioma universal.
POESIA E IMPOSTURA
Hacedores de símbolos, presentaos desnudos en público y sólo entonces aceptaré
vuestros pantalones.
Hacedores de imágenes, devolved las palabras a los hombres.
Hacedores de metáforas, no olvidéis que las distancias se anuncian de tres en tres.
Hacedores de linduras, ved cómo viene el agua por sí sola, sin necesidad de esclusas; el
agua, que es agua para venir, mas no para hacernos lindos.
Hacedores de colmos, se ve de lejos que nunca habéis muerto en vuestra vida.
REGLA GRAMATICAL
La gramática, como norma colectiva en poesía, carece de razón de ser. Cada poeta forja
su gramática personal e intransferible, su sintaxis, su ortografía, su analogía, su
prosodia, su semántica. Le basta no salir de los fueros básicos del idioma. El poeta
puede hasta cambiar, en cierto modo, la estructura literal y fonética de una misma
palabra, según los casos. Y esto, en vez de restringir el alcance socialista y universal de
la poesía, como pudiera creerse, lo dilata al infinito. Sabido es que cuanto más personal
(repito, no digno individual) es sensibilidad del artista, su obra es más universal y
colectiva.
MI RETRATO A LA LUZ DEL MATERIALISMO HISTORICO
Un retrato ha de contener en esencia a una vida, es decir, la personalidad infinita, la
figura pasada, presente y futura, en fin, el rol integral de una vida. El artista hurgará el
misterio de esa vida, descubrirá su sentido permanente y cambiante de belleza y lo hará
sensible en líneas, colores, planos, movimientos, masas, direcciones. Un retrato es,
pues, la revelación de una vida, de principio a fin de trayectoria. Un retrato es dato de
oráculo, cifra de adivinación, explicación del misterio, excavación de la fábula. Todo
eso es el carácter de un retrato.
Pero la creación del retrato, como todas las creaciones, tiene su heroicidad. Esta
heroicidad radica en una lucha entre el infinito de un ser o sea su carácter, que es
descubierto y revelado por el artista, y la ubicación de ese ser en un espacio y tiempo
circunstanciales. Esta ubicación, este infinito, es el parecido. El artista dosificará las
partes del conflicto según su emoción. Las circunstancias de espacio y de tiempo, dentro
de las cuales es sorprendido el infinito de su vida, no han de ser subordinadas al punto
de no ser ya posible reconocer a la persona en el retrato. De un cierto equilibrio
misterioso entre lo visible y lo invisible de un retrato, entre lo circunstancial y lo
permanente de él, o, lo que es igual, entre el parecido y el carácter, depende la grandeza
de la creación.
Carácter y parecido son valores en lucha en el retrato y por eso se armonizan y se
integran. En ambos reside, como un compás, la emoción de plenitud del retrato.
Constituyen la tesis y antítesis del movimiento dialéctico en este arte.
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