lunes, septiembre 09, 2013
PARA ANNIE por EDGAR ALLAN POE
¡Alabemos al Eterno!
el mal ha cesado ya
y la fiebre del vivir
ahora vencida está.
Sumido en honda tristeza
y carente de energías
tendido todo a lo largo
van transcurriendo mis días.
Ni un solo músculo muevo
pero muy poco me importa;
pues mejoro lentamente
y esto ya me reconforta.
Tan sosegado y tranquilo
hoy en mi tálamo duermo que al verme se creería
que estoy más muerto que enfermo.
Ayes, quejas y gemidos,
lamentaciones y llanto,
aquieta el latido horrible
de mi corazón un tanto.
Con la fiebre por la vida
que enloquecía mi mente,
penas e incomodidades
se alejaron prestamente.
Lo que más me torturaba,
sed de una pasión impía,
bebiendo en cierta fontana
tranquilicé el alma mía.
De no lejana caverna
brota un manantial riente
en el que presto mis labios
saciaron su sed ardiente.
Que nadie tilde de oscura
a la pieza en que reposo,
ni de pequeño a este tálamo
donde yazgo venturoso.
Nadie durmió en lecho igual y,
para en verdad dormir,
otro semejante al mío
es preciso conseguir.
¡Cuán dulcemente reposa
mi alma tantalizada!
Su aspiración por las rosas
y mirtas ya fue olvidada.
Junto a su lecho imagina
otra más suave fragancia de
romero y pensamientos
que embellecen su prestancia.
Extasiada en el recuerdo
de mi Annie y su belleza,
es como duerme mi alma
inebriada en su pureza.
De mi Annie la constancia
admira con embeleso
y recuerda que en su trenza
depositó un tierno beso.
Enlázame con ternura,
con gran pasión me acaricia;
y yo, adormido en su seno,
descanso en plena delicia.
Esta es la causa real
de mi sereno reposo;
y, aunque muerto me creáis
vivo tranquilo y gozoso.
Fulge más mi corazón
que las celestes estrellas;
pues brilla para mi Annie,
la de las miradas bellas.
En el amor de mi Annie
está mi ser abrasado;
y en sus ojos tan ardientes
siempre pienso extasiado.
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