miércoles, septiembre 04, 2013
¿QUÉ ES UN ARTISTA REVOLUCIONARIO? por CESAR VALLEJO
Tres puntos, suelen, de ordinario y en lenguaje corriente, confundirse, interferirse o
simplemente codearse. Estos puntos se refieren al artista revolucionario, al artista
socialista y al artista bolchevique.
1. Revolucionario, política y artísticamente, es y debe ser siempre toda artista
verdadero, cualquiera que sea el momento o la sociedad en que se produce. Artistas
revolucionarios caben aún dentro del medio soviético y con respecto a la revolución
rusa. Sólo que el estudio objetivo y científico de la historia, lleva a los artistas
soviéticos a la convicción de que su rol revolucionario no está ni puede estar en
obrar contra la revolución socialista naciente, sino en servirla e impulsarla. La
revolución rusa está aún haciéndose y, dentro de ella, los artistas son revolucionarios
precisamente porque son los pioneers de esa gran revolución. De otro lado, es un
plano mundial que los artistas soviéticos ejercen su función revolucionaria, y, en
este plano, el régimen social dominante es el capitalismo, contra el cual la única
manera que tienen esos artistas de ejercer su función revolucionaria, es trabajando
según los principios e intereses soviéticos, que son intereses y principios
revolucionarios mundiales.
2. Sólo desde un punto de vista dialéctica es que puede denominarse y se denomina
socialista al artista bolchevique. Dado que éste interpreta y sirve los intereses
clasistas del proletariado, y éste, a su vez, lucha por la instauración de la sociedad
socialista universal, la idea de socialismo va implícita en la idea bolchevique . Es así
como he dicho en otra ocasión que cuanto más proletario se es, se es más socialista.
Es así también como Lenin llama con frecuencia al proletariado, proletariado
socialista.
EJECUTORIA DEL ARTE BOLCHEVIQUE
No hay que confundirla con la del poeta bolchevique, cuyo rol y temperamento son
distintos.
El arte bolchevique es principalmente de propaganda y agitación. Se propone, de
preferencia, atizar y adoctrinar la rebelión y la organización de las masas para la
protesta, para las reivindicaciones y para la lucha de clases. Sus fines son didácticos, en
el sentido específico del vocablo. Es un arte de proclamas, de mensajes, de arengas, de
quejas, cóleras y admoniciones. Su verbo se nutre de acusación, de polémica, de
elocuencia agresiva contra el régimen social imperante y sus consecuencias históricas.
Su misión es cíclica y hasta episódica y termina con el triunfo de la revolución mundial.
Su destino abraza un ciclo de la historia, que va desde los comienzos del movimiento
obrero, hasta la dictadura universal del proletariado o, sea, hasta la implantación del
comunismo. Al iniciarse la edificación socialista mundial, cesa su acción estética, cesa
su influencia social. El arte bolchevique sirve a una vicisitud periódica de la sociedad.
Operada esta transformación o “salto” marxista, las arengas, las proclamas y
admoniciones pierden toda su vigencia estética y, de continuar, sería como si en medio
de una labor de siembra o de cosecha, se oyese himnos de guerra, apóstrofes de lucha.
El arte bolchevique, por su prestancia actualista fulminante, requiere y embarga la
atención colectiva más que el arte socialista. Siempre el arte temporal predomina, en el
momento del que procede y al que sirve, sobre el arte intemporal.
EJECUTORIA DEL ARTE SOCIALISTA
El poeta socialista no reduce su socialismo a los temas ni a la técnica del poema. No lo
reduce a introducir palabras a la moda sobre economía, dialéctica o derecho marxista, a
movilizar ideas y requisitorias políticas de factura u origen comunista, ni a adjetivizar
los hechos del espíritu y de la naturaleza, con epítetos tomados de la revolución
proletaria. El poeta socialista supone, de preferencia, una sensibilidad orgánica y
tácitamente socialista. Sólo un hombre 'temperamentalmente' socialista, aquel cuya
conducta pública y privada, cuya manera de ver una estrella, de comprender la rotación
de un carro, de sentir un dolor, de hacer una operación aritmética, de levantar una
piedra, de guardar silencio o de ajustar una amistad, son orgánicamente socialistas, sólo
ese hombre puede crear un poema auténticamente socialistas, sólo ése hombre puede
crear un poema auténticamente. Sólo ese creará un poema socialista, en el que la
preocupación esencial no radica precisamente en servir a un interés de partido a una
contingencia clasista de la historia, sino en el que vive una vida personal y
cotidianamente socialista (digo personal y no individual). En el poeta socialista, el
poema no es, pues un trance espectacular provocado a voluntad y al servicio
preconcebido de un credo o propaganda política, sino es una función natural y
simplemente humana de la sensibilidad. El poeta socialista no ha de ser tal únicamente
en el momento de escribir un poema, sino en todos sus actos, grandes y pequeños,
internos y externos, conscientes y subconscientes y hasta cuando duerme y cuando se
equivoca y cuando se traiciona voluntaria o involuntariamente y cuando se rectifica y
cuando fracasa.
FICHA DEL NUEVO RICO
La presentación gráfica de los versos no debe servir para sugerir lo que dice ya el texto
de tales versos, sino para sugerir lo que el texto no dice. De otra manera, ellos no pasa
de un pleonasmo y de un adorno de salón de “nuevo rico”.
ASI CREA EL TEATRO BOLCHEVIQUE
El teatro bolchevique introduce numerosos elementos nuevos a la plástica escénica. Para
decir una cosa a otro personaje, aquél sube a dos metros de altura o se sienta. El novio
corre a ver a su novia y sigue corriendo hasta cuando ya no se mueve; sigue corriendo
en su mismo sitio. Hay cosas que se dicen bajo un paragua y otras, vestido de cuatro
colores, etc, etc. Todos estos son inéditos resortes plásticos y cinemáticos del teatro, con
evidente significación política y hasta económica, revolucionaria.
ESCOLLOS DE LA CRITICA MARXISTA
Ni Plekhanov ni Lunacharsky ni Trotsky han logrado precisar lo que debe ser
temáticamente el arte socialista. ¡Qué confusión! ¡Qué vaguedad! ¡Qué tinieblas! ¡Qué
reacción, a veces disfrazada y cubierta de fraseología revolucionaria! El propio Lenin
no dijo lo que, en substancia, debe ser el arte socialista. Por último, el mismo Marx se
abstuvo de deducir del materialismo histórico, una estética más o menos definida y
concreta. Sus ideas en este orden se detienen en generalidades y esquemas sin
consecuencias.
Después de la revolución rusa, se ha caído, en cuestiones artísticas, en una gran
confusión de nociones diferentes aunque concéntricas, congruentes y complementarias.
Nadie sabe, a ciencia cierta, cuándo y por cuáles causas peculiares a cada caso
particular, un arte responde a una ideología clásica o al socialismo. Porque, por mucho
que sostenga doctrinalmente Rosa Luxemburgo que “en el dominio del arte, los clichés
de ‘revolucionario’ o ‘reaccionario’ no significan “gran cosa”, la realidad social exige y
ha exigido siempre una clara delimitación de esos clichés, que no son simples clichés,
sino nociones de sólido y viviente contenido social. ¿Vamos a aplicar indistintamente el
epíteto de revolucionario, verbigracia, a Pirandello, y de reaccionario a Gorky?
Ciertamente no. Tenemos algunos ejemplos. “La línea general”, de Einstein, ¿es clasista
o socialista? ¿Porqué responde al socialismo? ¿Por qué a una ideología clasista? ¿La
línea general es las dos cosas juntas o solamente alguna de ellas y por qué? Idéntico
cuestionario se puede formular ante “El Cemento” de Gladkov, ante “La amapola roja”
de Glier, ante las pinturas de Katsman o ante “150 millones” de Maiakovsky.
Más todavía existe una palabra que ha causado y causa confusiones inextricables: la
palabra “revolución”. Esta palabra ha perdido, con frecuencia, su alcance y contenido
vitales, para convertirse en máscara del impostor, del renegado y del oportunista. ¡Qué
tráfico de aventureros, de cobardes y traidores, se ha consumado al amparo de esta
contraseña de comadres! ¡Qué contrabando de ideas, de personas y arribismos, se ha
perpetuado al amparo de este pasaporte!.
En arte, el caos causado por la palabra o ficha “revolución” puede ser desastroso,
Ejemplo:
“Basta -me decía Maiakovsky- que un artista milite políticamente a favor del Soviet,
para que merezca el título de “revolucionario”. Según esto, un artista que pintase -sin
darse cuenta de ello, sin poderlo evitar y hasta contrariando subconscientemente su
voluntad consciente– cuadros de evidente sustancia artística reaccionaria –
individualista, verbigracia- pero que, como miembro del partido bolchevique, se
distingue por su verborrea propagandista, realiza una obra de arte revolucionaria.
Estamos entonces ante el caso híbrido o monstruoso de un artista que es, a la vez,
revolucionario, según Maiakovsky, y reaccionario, según la naturaleza intrínseca de su
obra. ¿Se concibe mayor confusión? Porque el caso del pintor de nuestro ejemplo es
cotidiano y se repite tratándose de músicos, escritores, cineastas, escultores, ante los
cuales algunos críticos marxistas observan un criterio tan arbitrario, casuístico y
anarquizante, como el de cualquier esteta burgués.
Porque en este punto, urge que nos entendamos.
1. Un artista puede ser revolucionario en política y no serlo, por mucho que, consciente
y políticamente lo quiera, en el arte.
2. Viceversa, un artista puede ser, consciente o subconscientemente, revolucionario en
el arte y no serlo en política.
3. Se dan casos, muy excepcionales, en que un artista es revolucionario en el arte y en
la política. El caso del artista pleno.
4. La actividad política es siempre la resultante de una voluntad consciente, liberada y
razonada, mientras que la obra de arte escapa cuanto más auténtica es y más grande,
a los resortes conscientes, razonados, preconcebidos de la voluntad. Rosa
Luxemburgo reflexionaba a este propósito: “Dostoiewski es, sobre todo en su
últimas obras, un reaccionario declarado, un místico devoto y un antisocialista feroz.
Sus descripciones de revolucionarios rusos son nada menos que perversas
caricaturas. Del mismo modo, las enseñanzas místicas de Tolstoy revisten un
carácter revolucionario innegable. Y, sin embargo, las obras de los dos nos
conmueven, los elevan, nos liberan. Y es que, en realidad, son únicamente las
conclusiones a las que ambos llegan y cada cual a su manera, y el camino que creen
haber encontrado, fuera del laberinto social, lo que les lleva al callejón sin salida del
misticismo y del ascetismo. Pero en el verdadero artista, las opiniones políticas
importan poco. Lo que importa es la fuente de su arte y su inspiración y no el fin
consciente que él se propone y las fórmulas especiales que él recomienda”
Llamé en la calle a un “intelectual revolucionario”, paladín ortodoxo y fanático del
“arte al servicio de la causa social” y le dije:
- Venga usted a oír un trozo de música y va usted luego a decirme si esta música
es revolucionaria o reaccionaria, clasista o socialista, proletaria o burguesa.
Nos detuvimos ante la puerta de una casa desconocida, donde alguien tocaba al
piano una partitura. Tanto el “intelectual revolucionario”, como yo,
desconocíamos esta música, el título de ella, el nombre de su autor y el pianista.
Terminado el trozo; el “intelectual revolucionario” se vio en apuros para
responderme. Temía dar su opinión y equivocarse. Estuvo a punto de
aventurarse a decirme que esa música era reaccionaria, pero ¿y si su autor era un
artista conocido y tenido por la crítica marxista como revolucionario? Iba a
decir, por momentos, que estábamos ante un arte evidentemente clasista, pero ¿y
si la pieza llevaba un título “audessus de la melée?”... La cosa, en verdad,
resultaba escabrosa. El “intelectual revolucionario”, paladín ortodoxo y fanático
del “arte al servicio de la causa social”, vaciló, evadió, en suma, la respuesta y
acabó por engolfarse en textos, opiniones y citas de Hegel, Marx, Freud,
Bukharin, Barbuse y otros.
Etiquetas:
CESAR VALLEJO
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario