miércoles, septiembre 04, 2013

¿EXISTE EL ARTE SOCIALISTA? por CESAR VALLEJO



Pero  ¿existe  realmente  el  arte  socialista?  Evidentemente  sí.  El  arte  socialista  existe.
Ejemplos:  Beethoven,  muchas  telas  de  renacimiento,  las  pirámides  de  Egipto,  la
estatuaria asiria, algunas películas de Chaplín, el propio Bach (en Rusia, se toca Bach),
etc.

¿Por qué tales obras corresponden a la noción y al contenido del arte socialista? Porque,
a nuestro parecer, responden a un concepto universal de masa y a sentimientos, ideas e
intereses  comunes  –para  emplear  justamente  un  epíteto  derivado  del  sustantivo
comunismo- a todos los hombres sin excepción.

¿Quiénes  son  todos  los  hombres  sin  excepción?  En  esta  denominación  entran  los
individuos cuya vida se caracteriza por la preponderancia de los valores humanos sobre
los  valores  de  la  bestia.  Esta  preponderancia  de  la  melaza  humana  sobre  el  estado
animal,  basta  a  capacitar  a  un  individuo  para  figurar  entre  “todos  los  hombre  sin
excepción”  cuyos  sentimientos,  ideas  e  intereses  le  son  comunes  y  orgánicamente
solidarios. Dicho está que no figura “entre los hombres sin excepción” el individuo cuya
conducta  denota  un  estado mórbido  o  de  suficiencia  psíquica  que  lo  coloca  lejos  por
igual del hombre y de la bestia.

La  vía  y  los  medios  que  siguen  los  valores  estrictamente  humanos  para  nacer  y
desenvolverse, varían necesariamente según una serie de condiciones de medio telúrico
y  social,  condiciones  que  en  la  historia  producen  otros  tantos  tipos  de  humanidad,
diversos en  las peripecias y  accidentes de  su desarrollo, pero  idénticos  en  sus  leyes  y
destinos  generales. Cuando  una  obra  de  arte  responde,  sirve  y  coopera  a  esta  unidad
humana,  por  debajo  de  la  diversidad  de  tipos  históricos  y  geográficos  en  que  ésta  se
ensaya y realiza, se dice que esa obra es socialista. No lo es, cuando, por el contrario, la
obra  limita  sus  raíces  y  alcances  sociales  a  la  psicología  e  intereses  particulares  de
cualquiera  de  las  fracciones  humanas  en  que  la  especie  se  pluraliza  según  el medio
especial y temporal.

El arte socialista no es, entonces, una realidad que vendrá, como parecen pensar algunos
críticos marxistas,  sino  que  es  ya,  como  acabamos  de  decirlo,  una  realidad  existente,
según los ejemplos que he citado. Aunque andamos aún lejos de la sociedad socialista,
no podrá negarse que existen diversos aspectos de la vida social, cuya forma, estructura
e  irradiación  colectivas  son  manifestaciones  socialistas.  Ejemplos:  la  técnica  de
producción en cadena, el motocultivo, el combinat y otras formas avanzadas del trabajo;
el  tipo  standard  de  gran  número  de  productos  industriales,  muchas  costumbres
cotidianas,  las  grandes  viviendas  obreras,  y,  finalmente,  el  gran  arte.  Se  trata,  desde
luego,  de  formas  socialistas  rudimentarias  e  incompletas  dado  que  se  hallan  frenadas
por  los  antagonismos  del  sistema  capitalista  en  que  se  producen.  La masa misma  es
acaso la forma más sugestiva, por ahora, de vida socialista.

El socialismo se halla, pues, en marcha, encarnado en múltiples  fenómenos de  la vida
social.

Además, no ya como sistema, elaborado consciente y científicamente, sino como ley e
instinto racional del hombre a través de la historia, el socialismo no ha cesado de pugnar
y  manifestarse  de  diferentes  maneras  en  las  colectividades,  aun  desde  la  etapa  preclasista
  y más  aun,  desde  el  comunismo  primitivo.  Plekhanov,  en  “El  arte  y  la  vida
social” y Bukharin, en “La teoría del materialismo histórico”, perfilan, con frecuencia y
al azar, innumerables ejemplos de formas vagamente socialistas, esbozadas en la vida de
las  tribus.  Más  tarde,  dentro  de  las  sociedades  del  antiguo  Oriente,  observamos  lo
mismo:  particularmente,  el  trabajo  de  las  masas  ofrece,  -en  Egipto,  en  Asiria-  un
acentuado carácter socialista. Durante la Edad Media, la pugna histórica se eclipsa casi
totalmente, para reaparecer solamente en los albores del capitalismo.

Al  par  de  este  parpadeo  socialista,  incongruente  y  larvado,  pero  tenaz  y  en  creciente
afirmación a través de la historia, se han producido otras tantas formas de arte socialista,
reflejo  más  o  menos  directo  de  la  vida  social.  El  Coliseo  de  Roma  contiene  en  su
contextura arquitectónica y en el  trabajo de masas que él  revela, más de un aspecto o
elemento artístico  socialista,  bien que  todavía bárbaro y,  sobre  todo, malogrado por el
pecado original de  la sanguinaria  injusticia social de que procede.  Indudablemente, no
se puede hablar de socialismo, ni de arte socialista, en sociedades en que el hombre es
explotado  por  el  hombre.  Esto  es  una  verdad  inobjetable.  Pero  aquí  tocamos,
precisamente, el punto decisivo del cuestión.

La  sociedad  socialista  no  va  a  surgir  de  golpe,  de  la noche  a  la mañana. La  sociedad
socialista será el resultado de todo el proceso social de la historia. La sociedad socialista
será  la obra de un conjunto de  fuerzas y  leyes deterministas de  la  vida  social. Ella no
será  una  improvisación,  sino  una  elaboración  racional  y  científica,  lenta,  evolutiva,
cíclica y revolucionaria. La prueba está en que la estamos viendo ahora (concretándose
y  definiéndose  en  Rusia)  y  la  hemos  visto,  en  el  pasado  plural  y  sucesivo  de  las
sociedades, esbozarse y edificarse piedra a piedra –en muchos planes quinquenales, más
o menos brillantes u oscuros, pero todos enhebrados por un solo hilo de la historia. Lo
que  se  puede  afirmar  es  que  ha  habido  y  hay  formas  de  la  vida  social más  o menos
socialistas y que estas formas ofrecen en la historia escalas y grados variables, aunque
siempre progresivas, de socialismo. La división de la sociedad en clases y el imperio de
la  injusticia  han  impedido,  ciertamente,  hasta  hoy,  una  más  vasta,  profunda  y  pura
socialización  de  muchos  aspectos  de  la  vida  colectiva.  Sin  embargo,  la  dialéctica
irrefragable  de  la  historia,  contrariando  y  triunfando  de  las  clases  dominantes,  ha
socializado,  repetido,  ciertas  formas  sociales  de  la  vida.  Es  así  como  los  Estados
Unidos,  baluarte  por  excelencia  del  sistema  capitalista  –  con  sus  injusticias  más
refinadas – ofrecen en su técnica de trabajo y en su estructura industrial, una creciente,
aunque  sorda  y  subterránea,  tónica  socialista. En  grado  revolucionario  y  sumo, Rusia
con la abolición de clases y la supresión de la injusticia social ha cerrado el ciclo de las
socializaciones  esporádicas,  intermitentes  y  larvadas  y  ha  abierto  para  siempre  la  era
socialista de la humanidad. Y mañana, cuando halla estallado y triunfado la revolución
proletaria  universal,  la  sociedad  será  socializada  integralmente,  no  sólo  en  la
producción, sino también y lo que es más decisivo, en la distribución de los productos..

Pues bien: las obras de arte socialista han seguido, siguen y seguirán idéntico desarrollo
progresivo que la sociedad. La emoción socialista irá ganando en socialismo. La música
socialista del  futuro  será más  socialista que  las  sinfonías de Beethoven y  las  fugas de
Bach. Estos músicos llegaron, en efecto, a tocar lo que hay de más hondo y común en
todos los hombres, son aflorar a la periferia circunstancial de la vida, zona ésta que está
determinada por  la  sensibilidad,  las  ideas y  los  intereses clasistas del  individuo. Otros
músicos operarán de ambos modos en la vida social; en lo profundo y en lo contingente
de  todos  los  individuos; es decir, sus obras serán más socialistas que  las de Bach y de
Beethoven.


¿EN QUE MEDIDA EL ARTE Y LA LITERATURA SOVIÉTICOS SON
SOCIALISTAS?

De  lo que,  tocante a arte  socialista y  arte  bolchevique,  llevo  dicho hasta aquí, pueden
deducirse dos criterios en esta cuestión. En primer lugar, tomado el arte soviético como
medio  de  realizar  el  socialismo  y  como  una  fuerza  dialéctica  de  creación  de  aquella
sociedad, ese arte puede considerarse o mejor dicho, caracterizarse como socialista. En
segundo lugar, tomado el arte soviético como reflejo y expresión de la sociedad de que
procede, también puede caracterizarse como socialista, puesto que él encierra repetimos,
muchas y fundamentales formas, socializadas ya, de la vida colectiva.

Pero juzgadas las cosas con mayor precisión, es imposible no percibir, a la base del arte
y  la  literatura  soviética,  todo el espíritu y  todos  los caracteres de  lo que más adelante
hemos  designado  como  arte  bolchevique. Más  que  expresar  las  formas  de  una  nueva
sociedad,  socializada  en  un 25%  ó 30%,  el  arte  soviético,  se  propone  de  preferencia,
atizar y adoctrinar  la  rebelión y  la organización de  todas  las masas del mundo, para  la
protesta, para las reivindicaciones, para la lucha de clases y para la revolución universal.
Así  pues,  reuniendo  el  arte  y  la  literatura  soviéticos,  responden  exactamente  a  la
ejecutoria del arte bolchevique de que hemos hablado anteriormente.

Tratemos  de  ver  claro  y  ser  precisos.  Tratemos  de  entendernos.  La  revolución  no  se
hace escamoteando la  realidad,  sino llamando las cosas por  sus nombres verdaderos y
mirándolas cara a cara.

Estoy seguro que  la mayor parte de  las obras artísticas y  literarias soviéticas, (salvo la
arquitectura), distarán inmensamente del arte socialista futuro. Las bellezas y emociones
bolcheviques  de  “El  acorazado  Potemkin”,  de  “Cabellera  roja”,  de  “Komandar”,  de
“Amapola  roja”, se opacarán considerablemente.  (Y que  la crítica y estética burgueses
no se extrañen de esto de “bellezas bolcheviques”. ¿Es que no nos hablan ellos hasta de
la “belleza griega” o de la “belleza gótica”? )

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