domingo, septiembre 01, 2013

LA COMUNA DE PARIS, EL PRIMER GOBIERNO OBRERO


La Comuna de París es uno de los grandes acontecimientos revolucionarios protagonizados por
la clase obrera. El 18 de marzo de 1871, los trabajadores franceses tomaron el poder en sus
manos, y por primera vez se dio un hecho tan trascendente como fue el de arrebatar el poder a
la burguesía y destinarse a construir una nueva sociedad. De los cambios revolucionarios y el
papel de las mujeres hasta los combates, los fusilados y los deportados. ¿Qué enseñanzas dejó
La Comuna? Por Leónidas Ceruti.
Los cambios revolucionarios
La Comuna de París es uno de los grandes acontecimientos revolucionarios protagonizados por la
clase obrera. El 18 de marzo de 1871, los trabajadores franceses tomaron el poder en sus manos, y
por primera vez se dio un hecho tan trascendente como fue el de arrebatar el poder a la burguesía y
destinarse a construir una nueva sociedad.
En un manifiesto expresaron "Los proletarios de París, en medio de los fracasos y las traiciones de
las clases dominantes, se han dado cuenta de que ha llegado el momento de salvar la situación,
tomando en sus manos la dirección de los asuntos públicos. Han comprendido que es un deber
imperioso y su derecho indiscutible hacerse dueñas de su propio destino tomando el poder".
Derrocaron el poder establecido, formaron sus propios órganos de gobierno y reemplazaron al
estado burgués capitalista. "Eso no lo perdonaron los asustados burgueses, que vieron en la
Comuna la posibilidad de perder todos sus privilegios económicos y explica la genocida represión
sufrida por los comuneros".
París, fue una ciudad sitiada y una "barricada", donde surgió el primer gobierno obrero que duró tres
meses. Todo aconteció luego de la rendición del ejército francés en la guerra franco-prusiana, que
fue vivida por parte de los trabajadores como una traición de la burguesía, y comenzaron a exigir
cambios revolucionarios y se apoderaron de las armas de los arsenales y organizaron la resistencia.
Se realizaron elecciones libres en la ciudad y se proclamó oficialmente la Comuna de París,
invitando al resto de las ciudades a hacer lo mismo. Su llamamiento no tuvo respuesta ante la falta
de comunicaciones. En esas elecciones fueron elegidos toda clase de personas con ideales
anarquistas, blanquistas, proudonistas, socialistas de la I Internacional, e incluso hubo
representantes de los barrios burgueses que luego huyeron.
El principal organismo fue el Consejo de la Comuna, coordinado por una Comisión Ejecutiva, con
poderes legislativos y ejecutivos. Así mismo se crearon las Comisiones de Ejército, Salud Pública,
Trabajo, Justicia, que aplicaban la política correspondiente a su actividad, aunque siempre
respondía ante el Consejo. También se reorganizo la Justicia, la cual pasó a ser gratuita, y los
magistrados se elegían por votación.
Los comuneros disolvieron al Ejército regular, sustituyéndolo por la Guardia Nacional democrática,
es decir por todo el pueblo en armas. Otra decisión, muy sorprendente, fue el respeto de la
propiedad privada de los que se quedaron, expropiándose sólo a los que huyeron, los grandes
propietarios. Y lo llamativo fue que nunca llegaran a utilizar los depósitos del Banco de Francia.
A pesar del cerco militar, la Comuna invirtió rápidamente en la ejecución de trabajos públicos, con la
creación de correos y de un sistema sanitario, que garantizara la salud del pueblo y de las tropas de
la Guardia Nacional. Se impulsó que se instalaran cooperativas en los talleres abandonados por sus
patrones. Los pequeños industriales fueron respetados aunque en un nuevo marco de relaciones
laborale, en la que los trabajadores tenían garantizados sus derechos. Se prohibió el trabajo
nocturno y adoptaron políticas de higiene.
Los alquileres empezaron a estar controlados por la municipalidad, fijándose un tope máximo. Los
miembros del gobierno se pusieron un sueldo igual al sueldo medio de los trabajadores, teniendo
prohibido la acumulación y aprovechamiento propio de sus cargos.
La educación pasó a ser laica, gratuita y obligatoria. Los programas de estudios fueron
confeccionados por los propios profesores. Se creó una escuela de Formación Profesional en donde
los obreros daban clases prácticas a los alumnos. Se abrieron guarderías para cuidar a los hijos de
las trabajadoras. También en el plano educativo se destacó la Asociación Republicana de Escuelas
con el propósito de crear en las universidades un estímulo basado en el conocimiento científico. En
el mundo del arte y cultural aparecieron una gran cantidad de asociaciones para la promoción del
teatro y las bibliotecas.
Hubo libertad de prensa, de reunión y asociación. Se decretó que las detenciones deberían ser por
orden judicial, y los prisioneros tenían todos sus derechos garantizados, incluso el castigo era fuerte
para los casos de detenciones injustas. La libertad de asociación hizo aparecer a muchos grupos y
"clubs" de todas las ideologías, las cuales se podían expresar libremente. Ese clima de libertad hizo
que los enemigos de la Comuna se movieran libremente por la ciudad, provocando muchas veces
actos de sabotaje. Solamente al final, cuando la situación empeoró, se detuvieron a varios
saboteadores y aún así durante esos tres meses no murieron más de cien personas, que fueron
saboteadores, espías y un Obispo, datos totalmente insignificantes comparados con la represión
posterior.
El Consejo General de la Comuna, apoyado en las fuerzas populares, concentró en sí todos los
poderes civiles y militares. Sus integrantes dividieron su tiempo entre la organización de la lucha
armada y la de la vida cotidiana, del abastecimiento, del trabajo en la capital. Entre las medidas
urgentes que fueron tomadas se destacaron la moratoria sobre los alquileres, las viviendas vacantes
fueron requisadas, la pena de muerte fue decidida contra los traficantes y un decreto decidió la
separación de la Iglesia del Estado.
Mujeres en las barricadas, fábricas, y masacradas
Un capitulo aparte fue el papel de las mujeres, participando de todas las actividades realizadas en
esos meses, y principalmente cuando la lucha armada se dio en las barricadas, por eso fueron
fusiladas junto a sus hijos.
Pero, de todas las luchas revolucionarias en las que las mujeres tuvieron participación, sobresalen
las de la Comuna de Paris, tanto por su contenido político como por su número e intensidad.
En 1871, pese a la participación de las mujeres en las jornadas revolucionarias durante casi un siglo
de lucha de clases, los trabajadores sufrían precarias condiciones de vida y las trabajadoras sufrían
una doble explotación y discriminación: como mujeres y como trabajadoras, careciendo además del
derecho al voto, permitido a los hombres. Un ejemplo de las discriminaciones a las que estaban
sometidas las mujeres aparece en el Código Civil francés. Éste, modelo de código civil burgués, y
seguido en distintos países, fue uno de los documentos más reaccionarios en lo que respecta a la
cuestión de la mujer. La despojaba de todo y cualquier derecho, sometiéndola enteramente al padre
o al marido, no reconocía la unión de hecho y sólo reconocía a los hijos del casamiento oficial.
Para muchas mujeres, la Comuna se presentó no sólo como una posibilidad de conquistar una
República social, sino de conquistar una República social con igualdad de derechos para las
mujeres.
El 18 de marzo de 1871 fueron las mujeres las primeras en dar la alarma y revelar la intención de las
tropas al mando del gobierno de la burguesía de retirar los cañones de las colinas de Montmartre y
desarmar París. Las mujeres se pusieron delante de las tropas gubernamentales e impidieron con
sus cuerpos que los cañones fueran retirados, e incitaron la reacción del proletariado y de la Guardia
Nacional a la defensa de París.
En concreto, trabajaron en las fábricas de armas y municiones, hicieron uniformes y dotaron de
personal a los hospitales improvisados, además de ayudar a construir barricadas. A muchas se las
destinó a los batallones de la Guardia Nacional como "cantineras", donde se encargaban de
proporcionar alimentos y bebida a los soldados de las barricadas, además de los primeros auxilios
básicos. En teoría, eran cuatro las "cantineras" destinadas a cada batallón, pero en la práctica solían
ser muchas más. Por otra parte, abundantes datos muestran que muchas mujeres recogieron las
armas de hombres muertos o heridos y lucharon con gran determinación y valentía.
También hubo un batallón compuesto por 120 mujeres de la Guardia Nacional que luchó con coraje
en las barricadas durante la última semana de la Comuna. Obligadas a retirarse de la barricada de
la Place Blanche, se trasladaron a la Place Pigalle y continuaron la pelea. Algunas escaparon al
Boulevard Magenta, donde todas murieron en la lucha final.
Las actividades desarrolladas por las mujeres englobaban una serie de funciones, destacándose
aquellas destinadas a la asistencia a los heridos y enfermos, a la educación en general y el
abastecimiento. Aunque no existió la organización de movimientos feministas como los conocemos
hoy y no fue elaborado un programa sólo con reivindicaciones especificas, las revolucionarias
crearon cooperativas de trabajadores y sindicatos específicos para las mujeres.
Participaron activamente de clubes políticos, reivindicando la igualdad de derechos, como por
ejemplo el Club de los Proletarios y el Club de los Librepensadores. Crearon organizaciones propias
como el Comité de Mujeres para la Vigilancia, el Club de la Revolución Social, el Club de la
Revolución y, la que consiguió destacarse de las otras, la Unión de Mujeres para la Defensa de
París y la Ayuda a los Heridos, fundada por miembros de la Internacional, influidos por las ideas de
Marx.
Se publicaron periódicos destinados a las mujeres: Le Journal des Citoyennes de la Comuna
(Periódico de los Ciudadanos de la Comuna) y La Sociale (La Sociedad).
Entre las mujeres en este período, la más conocida fue la activista socialista Louise Michel,
fundadora de la Unión de Mujeres para la Defensa de París de apoyo a los Heridos y miembro de la
I Internacional.
Algunas fuentes hacen referencia a las incendiarias, "les pétroleuses", que prendieron fuego a
edificios públicos durante la Semana Sangrienta al final de la Comuna. Estas historias parecen ser
fruto del alarmismo antifeminista de inspiración gubernamental, y la mayoría de los corresponsales
extranjeros presentes no las creían. No obstante, las tropas gubernamentales ejecutaron de manera
sumaria a cientos de mujeres, e incluso se las apaleó hasta morir, porque eran sospechosas de ser
pétroleuses. Con todo, a pesar del hecho de que más tarde se acusó a muchas más mujeres de ser
incendiarias, los consejos de guerra no hallaron a ninguna culpable de ese delito. Sin embargo, hay
pruebas que indican que, durante los últimos días, las mujeres aguantaron más tiempo tras las
barricadas que los hombres. En total, se sometió a 1.051 mujeres a consejos de guerra, realizados
entre agosto de 1871 y enero de 1873: a ocho se las sentenció a muerte, a nueve a trabajos
forzados y a 36 a su deportación a colonias penitenciarias.
La Comuna de Paris y la destacada participación femenina en actividades consideradas hasta
entonces como masculinas, reafirma la fuerza revolucionaria de la mujer, ya perfilada a partir de la
revolución de 1789, que se transformó en una oleada mundial indestructible.
Combates, fusilados y deportados
Ante el temor que el fenómeno de la Comuna se extendiera al resto de Europa, los triunfadores
alemanes le devolvieron al gobierno francés derrotado en el campo militar todas las tropas que
mantenía detenidas, para que pudieran ser utilizadas en la represión a los comuneros. Así el 21 de
Mayo de 1871 un ejército de 180.000 hombres se lanzó a la conquista de París. La defensa se
organizó con cientos de barricadas, en las que lucharon tanto hombres como mujeres. El combate
fue desigual ante el poderío militar del ejército regular, sin embargo los comuneros defendieron
barrio por barrio, calle por calle y casa por casa. Pelearon y dieron sus vidas por el primer gobierno
obrero. La batalla duró una semana, hasta el día que cayo la última barricada.
Como era de esperar la represión fue brutal. Se calcula que unos 30.000 obreros y simpatizantes de
la Comuna fueron fusilados, a los que habría que sumar unas 40.000 personas enviadas a las
colonias para realizar trabajos forzosos, en donde gran parte murió. Esa represión casi consiguió
eliminar el movimiento obrero en Francia, y los vencedores disfrutando de su victoria llegaron a
afirmar que: "El socialismo ha sido eliminado por un largo tiempo". Algunos comuneros consiguieron
escapar y varios de ellos llegaron a la Argentina, y muchos a Rosario, donde continuaron
difundiendo los ideales socialistas y anarquistas, participando en la formación de las primeras
organizaciones obreras del país.
Las enseñanzas de La Comuna
A pesar de la derrota, las acciones de los obreros parisinos dejaron muchas enseñanzas y llevaron a
Marx a reflexionar que era "la forma al fin descubierta, para la emancipación económica de los
trabajadores" y ante los comuneros que "tomaban el cielo por asalto", vio en aquel movimiento
revolucionario una experiencia más importante que cientos de programas. "La Comuna ha
demostrado sobre todo que la clase obrera no puede simplemente tomar posesión de la máquina
estatal existente y ponerla en marcha para sus propios fines." Y fue muy claro: la clase obrera debe
destruir, romper la máquina estatal y no limitarse simplemente a apoderarse de ella, agregando en
una carta a un amigo: "Si te fijas en el último capítulo de mi 18 Brumario, verás que expongo como
próxima tentativa de la revolución francesa, no hacer pasar de unas manos a otras la máquina
burocrático-militar, como venía sucediendo hasta ahora, sino demolerla. Y esta es justamente la
condición previa de toda verdadera revolución popular en el continente".
Marx, señalaba la tarea posterior: sustituir la máquina del estado, una vez destruida, por la
organización del proletariado como clase dominante, por la conquista de la democracia. Y afirmo
con claridad "La Comuna convirtió en una realidad ese tópico de todas las revoluciones burguesas
que es un gobierno barato, al destruir las dos grandes fuentes de gastos: el ejército permanente y la
burocracia del estado. La Comuna no había de ser un cuerpo parlamentario, sino un organismo
activo, ejecutivo y legislativo al mismo tiempo...". Decidir una vez cada cierto número de años que
miembros de la clase dominante han de oprimir y aplastar al pueblo en el parlamento: he aquí la
verdadera esencia del parlamentarismo burgués. La salida del parlamentarismo no está
naturalmente en abolir las instituciones representativas y la elegibilidad, sino en transformar las
instituciones representativas de lugares de charlatanería en organismos activos. En Marx no hay
utopismo, no inventa ni saca de su fantasía una nueva sociedad, sino que estudió cómo nace la
nueva sociedad de la vieja.
Y anunció: "El París obrero, con su Comuna, será celebrado como heraldo glorioso de una sociedad
nueva. Sus mártires reposan en el gran corazón de la clase obrera. En cuanto a sus exterminadores,
la historia ya los ha condenado a una picota eterna, de la cual no los liberarán todas las plegarias de
sus sacerdotes".

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